El 13S como vacío de la governance
kirchnerista.
César Altamira
La coyuntura política
La
convocatoria a la movilización se realizó desde diferentes redes sociales
facebook, tweeter, cadenas de mails y de servicios de telefonía (Blackberry, Whatsapp).
Las consignas fueron muy diversas: el rechazo a la idea de la reforma de la
Constitución Nacional y a la “re-reelección”, "contra el abuso de la
Cadena Nacional”, “No tenemos miedo”, “Boudou miente”, “Basta de corrupción”,
“No al aborto”, “Queremos libertad de expresión”, “Por las libertades públicas”.
El conjunto constituyó un vario pinto de reclamos fragmentarios que contrastó por su masividad
y variedad de reclamos con los cacerolazos anteriores. Sin expresar un proyecto
ni reconocer un líder, el descontento que se expresara en las calles exige un
abordaje que nos aleje de la coyuntura inmediata para encuadrarlo en el ciclo de
luchas abierto a partir del 2001. Todo otro análisis se presenta como limitado,
de horizonte corto y evade el dato político central del momento: la crisis de
representatividad, expresión de una más profunda, aquella de la relación
salarial y del constitucionalismo contractualista existente en nuestro país
hasta mediados de los 70's.
Ni oficialismo ni oposición
comprenden el fenómeno. Ambos aceptan, a fuerza de haberse vuelto un lugar
común, los cortes de ruta y las marchas tras los reclamos de planes sociales
que mitiguen la pobreza, las protestas sindicales o las mismas huelgas de los
servicios públicos como fuera recientemente el caso de los Subterráneos o Ferrocarriles.
Sin embargo, les cuesta entender que grupos de ciudadanos, de trabajadores sin
representación, auto representados se unan, protesten y se movilicen de manera
espontánea, sin su "permiso". Permanecen atados a estructuras
políticas que no se corresponden con
cambios que el capitalismo produjera en la periferia y en el centro. El
Gobierno interpretó los hechos con la lógica binaria que incentivó las
protestas, dialéctica de la gubermentalidad que lo condujo al lugar común
esperado: organizar una próxima concentración de adhesión a la Presidenta,
emulando aquella "Plaza del sí", que en los 90´s se organizó para
sacar a Menem de una depresión.
Crisis de la relación salarial, representatividad y governance
¿Cómo dar cuenta de esta
movilización callejera, pacífica, masiva, independiente de los partidos
políticos y de instituciones religiosas o culturales, cuando no ha transcurrido
un año de las últimas elecciones donde Cristina Kirchner obtuvo el 54 % de los
votos? Un análisis simplista y periodístico, aunque no menos realista,
aconsejaría mirar hacia la impunidad de un vicepresidente envuelto en hechos de
corrupción, al rechazo a la idea de una
"Cristina Eterna", a la ambivalencia de un discurso oficial que niega
la inflación, al cansancio y fatiga que muestra un sector social ante la
creciente frecuencia de los discursos presidenciales autorreferenciales, más
cercanos a los sermones, que no reconocen errores.
Dejemos de lado este decálogo de
razones para avanzar en lo que entendemos la médula del proceso. Hoy las
nociones de “representación”, “soberanía popular” e “interés colectivo” como dogmas
iluministas van perdiendo relevancia política. Los partidos políticos se ven deslegitimados dado que las democracias son
dominadas por la llamada “nueva clase capitalista transnacional” que controla
los procesos de globalización desde las alturas de las torres de cristal de
metrópolis como Nueva York, Washington, Londres, Frankfurt, Nueva Delhi o Shanghái.
Han dejado de ser vehículos de representación política sostenidos por
militantes y electores. Los procesos de globalización vuelven improbable la
conservación de los mecanismos de la democracia que son sustituidos por formas
de ejercicio del poder concentradas en manos de expertos. El poder ejecutivo –con
un Congreso desprovisto de funciones autónomas– reemplaza a la que un tiempo
era la voluntad del "pueblo soberano". En consecuencia, no hay
participación activa de los ciudadanos y decae su sentido de pertenencia a una
comunidad civil y democrática.
Son variadas las formas en las
que se expresa esta crisis de
representación en nuestro país: la sobreexposición del ejecutivo y la
dominación del legislativo por parte de éste; las distorsiones y bloqueos que
las corporaciones han producido en los mecanismos de representación; la
banalización de los hechos de corrupción administrativa. Pero la crisis también
se manifiesta en el paulatino abandono de los espacios oficiales de la representación
(gobierno y legislativo) frente a la
expansión sin límites de los nuevos espacios públicos, definidos o alcanzada
por los llamados "mass media". Si bien algunos de estos aspectos de
la crisis de representación es reconocida por gobierno y oposición, unos y
otros siguen apostando a una modalidad de distribución del poder y del gobierno
asentada en la gubermentalidad foucaultiana, propia de sociedades
disciplinarias, desconociendo las formas que adoptan en las nuevas sociedades
de control. Se naturaliza el modelo estatal keynesiano, el estado benefactor y
la soberanía estatal fordista. Al dejar de lado la necesaria historicidad de
los procesos sociales y el análisis situado, el discurso se deslegitima y se
vuelve improductivo.
En palabras de Foucault se trata
del tránsito de la producción de las leyes a la de normas o sistemas. No se
trata de la intromisión de las leyes en la vida diaria bajo formas coercitivas, ni tampoco
simplemente disciplinarias. Se trata de una nueva dinámica de sistemas que
interviene en la fábrica de la realidad social y que transforma las leyes de la
máquina disciplinaria en un aparato de control y de governance. Frente a la crisis de la representatividad, la governance capitalista da cuenta de los
nuevos mecanismos de mediación, categoría política que no se referencia en
mediaciones trascendentales ni en esquemas fijos, ni puede ser asimilada a la
moderna versión de la razón de estado. Son formas aleatorias de gobierno sobre
las contingencias a través de procesos legales; suerte de constitucionalización
sin estado que no restaura el régimen de representación de los regímenes republicanos
de tolerancia. Busca crear un orden sin representación. No salda la crisis,
sino que la gestiona. Bien puede decirse que la governance es un espacio de
conflicto y de lucha entre el poder de la soberanía y el contrapoder de lo
social. Queda claro que los dispositivos de governance
no configuran procesos uniformes ni homogéneos. El proceso de construcción de
la governance supone avances y retrocesos dependiendo de la coyuntura que
modula su construcción, razón que vuelve difícil pronosticar su consolidación. En
todo caso parece más plausible analizar en la coyuntura el estadio transitorio
y situado de la governance , es decir
su estado materialmente existente.
De la "transversalidad" a la gubermentalidad. Y
ahora...?
Los
intentos de reforma constitucional lanzados en los últimos días, excusa para permitir
filtrar en la propuesta la re-reelección de la actual presidente, consumarían
la expropiación del poder político-social que las múltiples singularidades
pudieran construir al calor de las movilizaciones. Explícitamente así lo
manifiesta la última Carta Abierta, que es la expresión de la intelectualidad
kirchnerista: "Rediseñar las magnas normas
para que coincidan con los procesos de transformación que suceden en varios
países de la región viabilizando ..., la
eventual continuidad democrática de liderazgos cuando estos aparecen como
condición de esta inédita etapa regional". Más allá de que estos intelectuales convocan a
discutir desde "abajo", esto conducirá inevitablemente al reforzamiento del UNO. A diferencia de la
reforma constitucional boliviana esta propuesta pretende reforzar el UNO
confiscando el Poder Constituyente en construcción.
Este no se limita al 13S. Se
destacan la masiva resistencia a las explotaciones mineras que en diferentes
geografías se oponen a la acumulación por
desposesión, las variadas luchas que los diferentes movimientos aún porfiadamente
mantienen a nivel territorial, los intentos de los desposeídos por mantener espacios
de producción y reproducción de la vida cotidiana que han ganado centralidad
como nunca antes y que persisten tozudamente arraigadas en territorios de
pobreza, las batallas que en los diferentes lugares de trabajo sostienen los
trabajadores por la democratización de las relaciones laborales y sindicales,
las luchas de resistencia de aquellos trabajadores autónomos por salir de la
precariedad laboral, la de los inmigrantes esclavizados en los talleres de
costura y producción de vestimentas para las grandes firmas. En fin, se trata
de la creación de nuevas subjetividades que desean y son capaces de construir
relaciones verdaderamente democráticas. Prácticas todas que anticipan formas
sobre cómo crear, producir y vivir en una nueva sociedad.