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domingo, 14 de agosto de 2011

Un debate alrededor del común

Entrevista con TONI NEGRI de Felipe de LUCCHESE y JASON SMITH

Desde hace algunos años tus obras más importantes han sido escritas a cuatro manos con Michael Hardt, y su contribución aparece cada vez más evidente, sobre todo en el último libro Commonwealth. La evolución aparece aún más evidente para quien conoce tus trabajos anteriores, donde hay un estilo de razonamiento, de pensamiento y escritura muy original, único, con una ruta bien definida y reconocible a través de las cuales se traducen tus experiencias políticas y culturales.

¿Cuál es tu forma de trabajar de a dos, y cuáles son los elementos más importantes que se derivan de este encuentro'?

Nuestra manera de trabajar es conocida. Tenemos largas discusiones y elaboramos una estrucutra general de trabajo en común; después de ello nos dividimos el trabajo. Una vez que hemos elaborado nuestras partes las reenviamos al otro. La versión final se hace en italiano o en inglés y se traduce progresivamente. El mecanismo supone una "colusión" continua de argumentos y de formas de expresión.

Siendo el más viejo, puede que sea quien más esté implicado inicialmente. Pero luego el proceso se vuelve parejo. Es indudable que la modalidad argumentativa, bastante ligada a los EEUU, es muy típica de Michael y de su carácter. Así, por ejemplo, Michael no es muy partidario de las polémicas subidas de tono. Creo que ha se ha manifestado cierta ansiedad, no simplemente lingüística, por respetar ciertas formas de escritura académica. En cualquier caso, través de la discusión, refinamos las tesis que apoyamos. Se observa un cambio notable comparado con mis libros anteriores. Mi forma de escritura estuvo más vinculada a la confrontación política. Pero, sobre todo, fue mucho más solitaria ya que muchos de mis libros fueron escritos en la cárcel.

Al mismo tiempo una contribución extraordinaria a la elaboración de sus tesis se deriva de la experiencia concreta de lucha en estos últimos años. «El intelectual escriben (pag. 118) – es y sólo puede ser un militante, como una singularidad entre miles de singularidades, inmerso en un proyecto de investigación mutua cuyo objetivo es la construcción de la multitud ".

¿De qué manera la acumulación de las luchas y las experiencias del movimiento entran en su trabajo?

Las relación con las luchas, como he dicho antes, es sin duda mucho menos estrecha hoy de lo que era para mí en el pasado, especialmente en los años 70’s. Nuestra relación está más equilibrada menos ligada a la adhesión inmediata a ciertos paradigmas interpretativos o a algunas consignas. Como sucede, cuando uno milita, a menudo está obligado a ser más duro, menos refinado. Sin embargo, no cabe duda, de que hay una acumulación de experiencias, que está en la base de todo nuestro discurso. Yo diría que este diálogo está más vinculado a la acumulación de experiencias que a la inmediatez de la relación política. Hace un tiempo discutía con algunos amigos con relación a las páginas finales del último curso de Foucault, sobre los cínicos y el pensamiento militante. Son páginas formidables, de las cuales sin embargo me siento hoy un poco alejado... tal vez a causa de la edad. Son páginas que hoy leo menos en términos éticos. Es decir a las que adhiero menos en términos ético que lo que ellas sugieren. Tengo más tendencia a privilegiar los exceIentes elementos teóricos que ellas contienen.

Para hablar de tu rol intelectual, ¿te definirías como un “agitador filosófico en política” para retomar la hermosa expresión utilizada por Althusser?

Sí, pero sólo la invertiría. Althusser fue un maestro y un amigo, pero siempre me ha preocupado su actitud de ser el político en la filosofía. Estoy convencido como él lo decía que la filosofía es un kampfplatz, un campo de lucha, donde se enfrentan diferentes posiciones teóricas. Había en él por lo tanto una especie de excesiva abstracción del “profesor”, o de la persona que hace política dentro y a través de la filosofía, que no comparto. También me molesta que, en última instancia, tanto el lenguaje filosófico como la historia de la filosofía se hayan puesto como referencias teóricas. Ser 'filósofo' en la militancia invierte la perspectiva, permite asumir el problema concretamente y de manera abstracta. Es aquí donde se encuentra implantada la diferencia entre una filosofía firmemente implantada en la biosfera, en la vida real, y una esfera filosófica abstracta. Similar razonamiento es posible trasladarlo también al lenguaje, las tácticas y las formas como son abordados los problemas.

Hay en este libro una amplia labor de reactivación de los términos del común y del Commonwealth que evocan, sobretodo, con una sensibilidad anglófona, el período de las guerras civiles y empujan hacia el comunismo mesiánico de los Levellers y Diggers. ¿Por qué es importante reactivar estos dos conceptos? ¿Vamos a atravesar un nuevo siglo XVII'?

Muy probablemente vamos a atravesar un nuevo siglo XVII. Esto significa, (al menos es una idea que he tenido desde que publiqué en 1970 mi Descartes político) que la crisis del Renacimiento muestra similitudes con la crisis de la modernidad que estamos viviendo. Que la crisis de la modernidad corresponde a esta fase actual de invención... cómo decir, … ¿del comunismo? No, es mejor hablar de la época postmoderna, o del "común". Porque la nueva forma de acumulación capitalista en la actualidad repite, por primera vez, aquellos procesos de expropiación del común que son típicos de la modernidad temprana. Es un proceso que ataca a la vida y al común construido por el siglo de luchas obreras que nos precedieron. Se trata de un proceso que ataca aquellos 'comunes' que se convirtieron en la base de nuestra propia existencia, del welfare, de las nuevas capacidades de producir, de actuar y de construir lenguajes comunes diferentes a los tecnocientíficos. Este común que construimos a través de los sufrimientos de la modernidad es expropiado hoy a través de un nuevo sistema de acumulación capitalista. La resistencia acciona contra esta nueva acumulación; este es el corazón del libro. Lo llamamos: "el uno se divide en dos", marcando así una “bifurcación” que la resistencia construye en el presente. "Bifurcación" absolutamente central, porque aquí se funda sobre la defensa del común y la tentativa de hacer valer, contra la nueva acumulación originaria, el valor de los comunes.

¿Puede esto representarse en términos escatológicas, como fue el caso de la Revolución inglesa? Parece poco probable. Toda escatología reenvía a un 'afuera', mientras que los elementos de la destrucción que aparecen hoy en día, el 'apocalipsis' que viene, son totalmente internos. No hay más trascendencia. Nos movemos en un plano completo de inmanencia. En consecuencia, los elementos apocalípticos o escatológicos que aparecen hoy en día, las concepciones del 'mal radical', por ejemplo, sólo pueden ser un arma para el enemigo. El primer elemento, entonces, es la percepción de una ruptura o de una bifurcación, que aparece hoy en día al interior del desarrollo capitalista: el material utilizado al interior del proceso de producción es hoy, de hecho, una materia que no se consume, a saber la inteligencia. Su fuerza de liberación, en defensa del común, de construcción a partir del común, es virtualmente irresistible. Si esta virtualidad no es actualizada, está sin embargo igualmente siempre presente y constituye siempre una resistencia.

La segunda preocupación presente en el libro es explicar lo que significa 'hacer multitud ', es decir construir la conciencia política de la multitud. Lo llamamos el "hacer " Príncipe de la multitud. Entendido en términos más gramscianos que maquiavelianos, es el segundo objetivo fundamental de nuestra investigación. Es igualmente la polémica que nos ha conducido, ya que esta multitud, que habíamos propuesto en los libros anteriores fue interpretada como una hipóstasis. Y no lo es. Es un sujeto plural, pero sujeto que se construye articulando luchas y teoría, deseo y lenguaje, en una perspectiva de liberación.

Insistamos sobre esta liberación, permaneciendo por ahora a nivel de los conceptos: antes que abandonar la idea del comunismo, sostienen Uds.se trata hoy de disociar esta idea de las "ilusiones" del socialismo y de redefinirla: “ de la misma manera que lo privado pertenece al capitalismo, y lo público al socialismo, lo común pertenece al comunismo ' (p. 273).

¿Qué significa ser comunista hoy?

Ser comunista hoy significa luchar contra la propiedad privada, eventualmente destruirla y construir las instituciones del común. Esto significa igualmente pensar que ya no hay más posibilidad real de desarrollar la producción y por lo tanto crear un colectivo, sin que la libertad y la igualdad, universales abstractos, sean subsumidos al interior del proceso del común, de lo concreto, constitución e institución histórica del colectivo. Esos universales deben devenir concretos o mejor dicho comunes. Multitud, comunismo es la idea de un “colectivo”, pero de un colectivo constituido por singularidades. Ser comunista significa en consecuencia construir formas de "normalización" de lo real que sean dinámicas, constituciones políticas que se transformen en función de las modificaciones continuas de la producción y de la reproducción de la multitud. Es un "hacer constitución" alrededor de la necesidad de una producción común, acompañada por la necesidad de conquistar la felicidad.

El comunismo histórico, el ruso (y quizá también el chino) era un socialismo, una gestión pública de la producción de la riqueza. Fue derrotado, pero nos trajo la imagen de una posibilidad real. Creo que es un sentimiento que recorre todo el libro. No es el sentimiento utópico de una posibilidad ideal. No, es más bien la conciencia de un factum que no puede ser deshecho, de una realidad que no se puede negar, de un proceso irreversible. ”El futuro tiene un corazón antiguo”, es el título de una novela de Carlo Levi (de apología de la Unión Soviética); es una frase que siempre he tomado – y que la tomo con mucha ironía, pero en el fondo es cierta.

Sugiere en su libro abandonar la construcción del socialismo como una etapa intermedia entre el modo de producción capitalista y la apropiación colectiva del común. ¿Significa esto que debemos reelaborar o abandonar el concepto de transición? ¿Pasamos directamente y sin transición de la producción biopolítica del capitalismo contemporáneo al comunismo?

Absolutamente. No tenemos necesidad de una transición. Lo que cuenta hoy es la bifurcación. Esto quiere decir que estamos viviendo ya una transformación radical y profunda, pero fundamentalmente diferente de la transición Tal como ella ha sido teorizada en las anteriores experiencias socialistas. El movimiento actual no es la transición de un modo de producción a otro, sino más bien la construcción de otro, el desarrollo de la alternativas ahora visibles al interior de nuestra historia, en términos de antagonismo.

Esta percepción conduce a otro nodo metodológico fundamental, metodológico, antes que metafísico: el rechazo de la dialéctica (si uno entiende por ello el ser de la dialéctica, y no el hecho de ir más allá de ésta).

Cuando se habla de bifurcación en términos deleuzianos o foucaltianos, se habla de la construcción de un dispositivo que diverge del curso histórico determinado porque él produce subjetividad. (Uno podría, ciertamente en el límite, reproponer al interior de esta pérdida de interés una cierta dialéctica: la relación táctica-estrategia, por ejemplo, implica a menudo también elementos dialécticos). Sin embargo, esta pérdida, este movimiento de bifurcación no está orientado hacia la totalidad, o hacia una nueva subsunción global, hacia una Aufhebung. Aquí hay una diferencia, que se afirma y se exalta en un dispositivo, un camino, un parcours, a través del cual nacen elementos institucionales. No se trata de la institucionalización de la "sociedad civil", de esa institucionalización que Hegel exalta y los anarquistas detestan. Ya no es más el concepto tradicional de institución que portan con él características teleológicas políticas. No es una necesidad, sino una construcción. Y ella posee, por otra parte, la posibilidad de renovarse continuamente

La bifurcación exige la institución. Es así que lo nuevo se construye a través de una acumulación del “común”, que da un sentido al mundo que nos rodea hoy. Un sentido a los deseos, al trabajo, que le disputan al capital. Pensemos solamente en la cantidad de capital fijo que somos portadores. Discutía hace algunos días con camaradas, quienes como Karl Heinz Roth, dicen que el capital fijo es algo que designa adecuadamente sólo al esclavo. El esclavo es un capital fijo, sostienen ellos, no el moderno trabajador, cognitivo, inteligente, móvil … No es cierto! Existe un capital fijo del que nosotros no somos la proyección, como en el caso del esclavo, pero del que nos hemos reapropiado, que nosotros hemos cambiado a través de la capacidad de ser inteligente y móviles. Incluso dentro de la esclavitud capitalista, somos rebeldes, fugitivos, dedicados al cimarraje. Ser móviles, inteligentes, poseer lenguaje, ser capaces de libertad, no es un don natural. Es una potencia maquínica, el producto de una resistencia creativa.

Hablamos de horizontes y de posibilidades de lucha en la era de la producción biopolítica. Ud parte de los análisis del obrerismo con relación a la prioridad y anterioridad de la lucha obrera sobre el desarrollo capitalista. Por lo tanto las luchas como motor del desarrollo y de la reestructuración del capital, obligado a responder frente a la ofensiva obrera. En un sentido, esta prioridad/anterioridad sería aún más visible y madura hoy, en las condiciones de producción biopolítica, donde "el uno se divide en dos" y donde la subjetividad plural de la multitud, por su caracter de productora, se separa definitivamente de un comando devenido estéril y parásito.

¿En este contexto, cómo y contra qué, concretamente, es posible rebelarse? En las luchas anteriores, teníamos las revueltas contra el trabajo contra el tiempo de trabajo que éramos explotados, por el aumento de los salarios, por aumentar el tiempo de vida. Hoy en día, ¿Cómo es posible negarse a trabajar si el trabajo coincide con la vida; ¿cómo es posible sabotear el trabajo sin renunciar a su propia esencia? ¿Cómo es posible destruir el trabajo sin destruir la sociedad, o destruir el tiempo de trabajo sin destruir el tiempo libre?

Recientemente he leído un libro de Daniel Cohen, uno de los economistas más reconocidos en Francia (le dediqué cuando él era más joven, junto con otros, el “Marx más allá de Marx”). Cohen sostiene que hoy día, después de esta crisis, la nueva figura antropológica del trabajador, su tipo ideal, es aquel del trabajador intelectual, cognitivo y móvil y que los elementos de comunidad se construyen alrededor de estos elementos. Sin embargo la antropología del trabajador los debe considerar como un punto productivo y móvil de una intersección multitudinaria. La producción, y me gustaría añadir, las constituciones políticas resultantes, deben ser imaginadas sobre esta base. Desde este punto de vista (al interior de los proyectos de resistencia y del poder constituyente), el rechazo al trabajo incluso hoy en día (como ha sido siempre el caso fundamentalmente para el trabajador fordista), es un rechazo determinado. Nunca nadie ha hablado de un rechazo del trabajo absoluto. Si tomamos los más bellos documentos que poseemos sobre la negativa al trabajo, tales como la de los trabajadores petroquímicos de Marghera en la década de 1970 (que se pueden leer en la revista Lavoro zero por ejemplo). Se observa que se trataba de un rechazo a un trabajo completamente determinado: lo que se rechazaba eran los horarios, el salario, la sujeción del tiempo de vida, los alquileres, etc.. Hoy es la misma cosa, el rechazo del trabajo es un rechazo absolutamente determinado.

He participado en estos días en una investigación sobre la reciente ola de suicidios en las grandes empresas francesas. Es claro que lo que la gente sufre y rechaza es un tipo determinado de organización del trabajo. Sus relatos hablan de las nuevas condiciones de trabajo en esos enormes espacios abiertos; los trabajadores son confinados al espacio de sus cabinas frente a sus computadoras. En una fragmentación total del proceso productivo, el trabajador se ve obligado a 'inventar' sin saber dónde va su actividad cognitiva. Ninguna conciencia sobre el conjunto de la producción le es entregada. Y la fragmentación se agrava aún con la fragmentación de sus actividades cognitivas frente a los procesos de marketing, que por definición, están desconectados e igualmente en contradicción con el proceso de producción. Todo esto junto con un ruido de fondo que recuerda a aquel de la vieja fábrica fordista. Este es el teatro de una intensificación de la alienación y de la emergencia de la locura, que el trabajador está obligado a llevar con él hasta el exterior de la empresa. Y a la inversa, para el trabajador cognitivo, cualquier cosa que ocurra en la vida exterior repercute directamente en el lugar de trabajo y constituye un nuevo elemento de alienación y desorden. Desde el desastre familiar, la represión patronal o simplemente el fracaso profesional todos provocan el suicidio. Es sobre este terreno que nosotros debemos impulsar hoy en día el rechazo al trabajo, en el sentido de un rechazo determinado de estas condiciones laborales.

A esto se agrega (volviendo aún más insoportable el trabajo) la capacidad que tenemos para desarrollar una alta productividad y construir nuevos mundos. Productividad vital, capacidad de aplicar el deseo a las cosas de la vida. Es en esta contradicción que deben inventarse hoy en día las luchas. De hecho las luchas no surgen de la nada. Ellas se construyen de manera lenta y con sacrificio a partir de determinadas contradicciones. Como en los tiempos del fordismo, la huelga es construida y organizada; la huelga no ha sido jamás una cosa espontánea, sino que se ha construido siempre progresivamente en torno a la combinación de objetivos salariales y de protestas de la vida contra el trabajo. Podrían tener un formidable objetivo; pero si no se logra coagular en torno a éstas la vida de los trabajadores, el objetivo y la lucha fracasan.

Hoy es la misma cosa. Pero ¿cómo organizar este nuevo sujeto? ¿Cómo perciben los trabajadores cognitivos de las grandes empresas la nueva forma de explotación? Lo que todo el mundo dice inmediatamente es que los sindicatos tradicionales ya no sirven. En primer lugar porque se debe actuar sobre el plano internacional y global, que los sindicatos no alcanzan a hacer aún. Luego, porque los sindicatos no alcanzan a incorporar la complejidad del conjunto vital que está en la base de estas luchas. Se ocupan del empleo; en ese sentido son corporativistas y no políticos, (precisamente acá está el desastre). Por lo tanto, debemos empezar a sugerir formas alternativas de organización. ¿Cómo hacer para organizar esta “materia prima” inteligente y hacerla “bifurcar”, desviarla de la dirección capitalista?

Aquí emergen nuevas formas de mutualismo y de propuestas de organización alternativas al trabajo y al propio sistema salarial. Pero cuidado, no se trata de un discurso proudhoniano! Son propuestas para organizar cooperativas y otras formas mutualistas que atacan directamente los niveles financieros de la organización del trabajo. Toda lucha que no quiera caer en la derrota debe organizarse a este nivel. Atravesamos una fase de ciclo de luchas obreras que ha mostrado el agotamiento de las viejas formas y que reclama una inteligencia estratégica diferente: la inteligencia de crear lazos entre luchas que vienen de diversos frentes. Estas luchas pueden provenir de la ecología, de la fábrica, del trabajo social, de los servicios, etc... Se trata de reunir todos los sectores en lo que se desarrollan las nuevas condiciones de producción. El discurso que formulamos en nuestro libro sobre la intersección de las luchas es, desde este punto de vista, fundamental. No creo que sea posible hoy en día determinar un punto central en el horizonte de las luchas, sólo su intersección tiene una importancia estratégica.

La institución de la felicidad es un proceso, para Ud., no sólo político, sino también ontológico. Es aquí donde, con un movimiento filosófico muy fuerte, Ud propone mantener juntos materialismo y teleología o, más bien, sostener una teleología materialista, pero sin fines últimos que guíen este proceso (p. 378). En estos pasajes la puesta en juego es decisivamente muy alta.

¿De qué manera este proceso ontológico y político, puede escapar al riesgo de pensar el reencuentro de las singularidades dentro y a través de la multitud, no como aleatorio, como lo piensan Maquiavelo, Spinoza y, tras ellos, Althusser, sino más bien como necesario y teleológicamente guiado?.A veces parece que la aparición de la multitud como sujeto del común es solamente una cuestión de tiempo, o que la multitud se ha alcanzado ya, o que el hecho de que no se alcance sea más la excepción antes que la regla.

El problema de la relación entre la teleología y el materialismo es un poco aquel del huevo y la gallina; obvio de verificar y difícil de explicar. Está claro que hubo un tiempo durante el que, de manera feroz junto a la crítica al comunismo y al porvenir feliz que la revolución soviética habría debido determinar, se desató contra la teleología una gran parte de la crítica contemporánea, considerándola como la figura filosófica de un finalismo oportunista, instrumental y siempre más desacreditado políticamente. Luego, poco a poco, el discurso contra la teleología se convirtió en un discurso contra el materialismo. Ahora, el discurso se ha retomado y clarificado. No tenemos ninguna necesidad de silenciarnos a propósito del infame “materialismo dialéctico”; el materialismo histórico es otra cosa. En el materialismo histórico, la finalidad de la acción no está ligada de manera determinista al éxito de su realización. Sería el caso, si fuera hegelianismo. La relación entre la acción y el fin es siempre, en el materialismo histórico, aleatoria. Quitamos así al telos toda necesidad. Pero esto no significa dejar de lado la acción del telos. Es la subjetividad / singularidad la que tiene la carga. Ante esto, ¿por qué no aprovechar la oportunidad de construir una universalidad a través de la acción común? Resulta evidente que esta universalidad puede contener elementos ambiguos y derivar hacia lo irracional. Es por tanto posible que esta universalidad pueda ser efectuada en un proceso de construcción común. Creo que es el proceso de construcción de nociones comunes y de las voluntades institucionales que uno experimenta tras otras experiencias del pensamiento materialista. Sobre este punto, lo aleatorio no está excluido, simplemente propuesto para el debate, a la confrontación de finalidades diversas, a propósito de las cuales uno supone que la institucionalización comunista o la fuerza del común, que devienen fundamentales, pueden triunfar. Por último, no hay ningún "advenimiento" de la multitud. Mucho menos del comunismo. Todo lo que hacemos es aleatorio. Pero siempre es posible la construcción. Expresamos el deseo del común, y nadie nos lo puede impedir.

En varias ocasiones, al final del libro, Uds se muestran partidarios de la gran tradición del realismo antropológico de Maquiavelo y Spinoza entre otros (185) Filosofía no de la resignación y del pesimismo, como ustedes dicen, sino del realismo polémico, de la teoría de la indignación, del conflicto como esencia misma de la multitud.

En varias ocasiones, sin embargo, también hablan de la necesidad de una transformación del ser humano por venir (378), de la creación de una nueva humanidad (118; 361) de la construcción de un mundo nuevo, abandonando la propia identidad (371). En ese contexto, ¿cómo leer el Foucault 'del hombre que hace el hombre ":" para mí, lo que debe ser producido, no es el hombre como ha sido creado por la naturaleza, o cómo lo define su propia esencia; debemos producir algo que todavía no existe y que no sabemos lo que es ': un concepto que es profundamente ajeno a la tradición del realismo y que ciertamente no sale de las páginas de Maquiavelo o Spinoza.

Entonces, ¿se trata en este punto de ir 'más allá' de estos autores? ¿De qué manera se redefine la tradición del realismo antropológico?

Nos quedamos muy impresionados por las lecturas realizadas en América Latina, por ejemplo por Viveiros de Castro, una de las grandes figuras de la antropología después del estructuralismo de Levi-Strauss. El contexto biopolítico de la mutación antropológica es aquí completamente restaurado, fuera de determinantes parciales y con una enorme insistencia en la productividad del vivir común. Por otra parte, siempre hemos sostenido, sobre un terreno marxista, que la modificación técnico-política de la composición epocal del capital conduce a modificaciones que no solo tocan las formas de trabajo sino también al propio sujeto del trabajo. La transición del trabajador rural al trabajador no calificado, y luego del trabajador calificado al obrero masa etc. todo ello se coloca también en el plano antropológico. Esto es aún más evidente hoy en la era de la globalización. Se trata de una modificación (probablemente una metamorfosis real) que aún no alcanza a definirse completamente, pero que evidentemente atraviesa esta nueva composición del trabajo, a aquella multitud que trabaja y a las singularidades que la componen.

Mencioné antes la relación con Daniel Cohen, que me ha impresionado mucho: el vínculo entre lo cognitivo y la movilidad como una característica clave del nuevo producir; como profundización de la intersección del trabajo en la red informática, hasta una intensidad que configura un nuevo "modo de producción" y que significa, por consiguiente, la aparición de la figura de un nuevo sujeto trabajador, actor de la aparición de la subjetividad en el contexto productivo. Se trata de una característica muy diferente a aquella del trabajador típico de nuestra generación y de la de nuestros padres. Es esta modificación antropológica revolucionaria la que debe estudiarse. El lenguaje mismo constituye un bios, y esto se manifiesta no solo como acontecimiento sino también como institución. Este libro es un intento por redefinir la materialidad de las transformaciones en acto, de comprender el común como algo que es inventado, que se institucionaliza, que es materia y deviene en otra materia.

Podríamos utilizar una expresión algo obsoleta y decir que aquí lo que se produce es salto "de cantidad en calidad", para indicar no sólo la intensidad del salto al que estamos asistiendo, la fuerza del constituyente que deviene constituido, sino también la dureza ontológica de este evento, una nueva Wirklicheit. Es importante evitar la abstracción de Badiou que construye una enorme máquina para quitar toda consistencia ontológica al evento! Se trata de quitar al evento, como lo describe Agamben, ese mal olor de la cosa muerta!

En los años 60’s se hablaba de las necesidades del trabajador, en los años 70’s de los deseos del proletariado. Hoy proponemos pasar de las necesidades y deseos al amor', como núcleo afectivo de una ontología del ser en común.

¿En qué modo este proceso de las necesidades y de los deseos al amor se puede decir que está "históricamente" determinado?

Lo que hemos buscado hacer (aunque controversialmente) es darle al concepto de amor una fuerte tonalidad antirreligiosa, anti-idealista y anti-psicoanalítica. Por tanto, nos oponemos al aislamiento del amor de la totalidad ontológica. Por otra parte intentamos verlo de manera spinoziana y no simplemente como la suprema consumación del conocimiento, sino también como la fuerza que atraviesa el terreno que se mueve desde las necesidades hacia los deseos. El amor para nosotros está atado al deseo en todas sus formas y con todos sus poderes. Esta es la razón por la que esta nueva cualidad no pueda ser evaluada en términos de la pulsión psicológica o el alibido sicoanalítico, sino como una fuerza de cohesión y construcción del común. El amor es un vuelo a través de la soledad, del individualismo, no por motivaciones religiosas, Idealistas o psicoanalíticas, sino a través de dispositivos abiertos y potentes. Desde este punto de vista, recurrir a Deleuze y Guattari es fundamental, y no simplemente por una referencia queer (como ha comenzado a plantear una crítica malévola) … También porque el queer se liga a menudo a aquellos aspectos que aquí nos esforzamos por criticar.

Aquí el amor es … no lo llamaría más amor, sino "poder constituyente" y colectivo. Un intento de acercar el colectivo a la singularidad y entender el modo en que este conjunto de singularidades deviene capacidad institucional, la capacidad de permanecer juntos a través del amor como construcción materialista, como dispositivo; ya se hablaba, del “topos” al “telos”. Con alegría.

Esta dimensión simultánea política y ontológica del amor está en tensión con la tradición de la política de 'amistad' que va desde Aristóteles a Derrida. El amor parece poder o querer hacer sin aquello que está presente en esta otra tradición, que es un concepto de enemigo y enemistad.

¿Puede el amor como herramienta de lucha política no necesitar de la figura del 'enemigo'?

Sin duda. No es simplemente una versión al estilo de Levinas como reconocimiento del otro. Es la dimensión material del común. El amor y el común van juntos.

No, no tenemos necesidad de un enemigo, aun cuando en nuestro caso, siendo el amor una fuerza, puede desarrollar una fuerza destructiva. Porque después de todo el enemigo está ahí.

Al final del capítulo "Más allá de El Capital?", se propone una serie de “reformas” para “salvar al capital” (310), reformas “infraestructurales necesarias para la “producción biopolítica”, en el plano de la formación y de la educación, de la democratización y del acceso a la tecnología, en contraste con la"privatización" de ideas, de la proliferación de instrumentos de la democracia participativa y, sobre todo, de la introducción de un ingreso mínimo garantizado.

La misma idea (especialmente de algunos) sobre estas reformas puede parecer sorprendente y regresiva en términos de la más amplia estrategia revolucionaria que vuestro discurso impulsa de conjunto.

¿Cuál es la estrategia retórica detrás de esta propuesta, al parecer desconcertante de "salvar al capital de sí mismo”?

Tenga en cuenta que este libro fue escrito antes de Obama, durante la era Bush. Podíamos decir que el "golpe de Estado" contra el Imperio había fallado, que del unilateralismo estadounidense se podía pasar rápidamente a formas plurales de organización de la globalización. A estas cosas que las habíamos escrito antes de la aparición de Obama en la escena política, se agregará luego la crisis. Ahora, es cierto que estas propuestas pueden aparecer como posiciones retrógradas; nosotros estamos convencidos que hay límites destructivos que es bueno que el capital no los supere. Puede ser que aparezca en nuestro discurso en este momento un espíritu sindicalista que forma parte de mi mal gusto, propio del viejo militante. O, por otra parte, formando parte de la sensatez de Michael, muy realista, a veces atraído por mis aperturas sindicales. El debate siempre es muy grande, entre nosotros sobre estos puntos. No es que estas cosas puedan escribirse con facilidad. En resumen, dejando las bromas de lado y retornando a nuestro tema, estoy convencido de que en la ruptura del proceso global capitalista, en la ruptura y bifurcación de los sistemas de poder y Gobierno, debemos trabajar desde adentro. El problema es cómo manejar la crisis, la "ruptura" del desarrollo capitalista... Todo esto nos lleva a buscar un camino. Resulta menos interesante saber si estos caminos están más o menos disponibles; lo importante es indicar un rumbo a lo largo del cual la revolución no sea una explosión eventual que pueda ser definida solo a posteriori. La revolución no es un 'boom', sino siempre una construcción. Éste es el significado de esas propuestas, que pueden parecer en cierta medida – y quizás lo son – retrógradas. No así, sin embargo, si tenemos en cuenta cuando se escribió este libro. De hecho vemos que el mismo Obama no es capaz de caminar hacia donde prometió, y no era ciertamente la revolución. Lo importante es sin embargo insistir que el proceso revolucionario es siempre una construcción, el producto de hacer multitud.

En los últimos años se ha insistido mucho sobre la loca dicotomía y separación entre la economía real de un lado y la especulación financiera por otro. Esto parece corresponder a las dos subjetividades de las que habla: la multitud como fuerza productiva por un lado y un estéril y parásito capital por otro. Sin embargo, en su discusión sobre la crisis contemporánea, Ud. concluye con esta pregunta: «¿puede el poder del dinero (y el mundo financiero en general) representar el campo social de la producción social en manos de la multitud, como un instrumento de libertad, para superar la miseria y la pobreza? " (295).

¿En que sentido es posible pensar el dinero fuera de su función de comando y control de la producción y de la multitud como fuerza productiva?

Antes de todo ello, debemos hacer mención a las reflexiones críticas de la economía política impulsadas por investigadores como Marazzi, Vercellone etc., y en general al conjunto de la “escuela de la regulación”. El primer elemento a señalar es que las finanzas han devenido en un elemento central del proceso de producción. La distinción tradicional entre la gestión monetaria por un lado y el nivel de producción "real" por otro lado es una distinción ahora imposible, no sólo políticamente, sino también prácticamente, desde el punto de vista de los procesos económicos. Hoy en día el capitalismo se rige por la renta. El gran industrial, en lugar de reinvertir las ganancias, se centra sobre la renta. El circuito, la sangre del capital, se llama hoy en día renta, y esta renta cumple una función esencial en la circulación de capital y en el mantenimiento del sistema capitalista; es decir en el mantenimiento de la jerarquía social y de la orientación única del capital.

El dinero se convierte en la única medida de la producción social. Tenemos así una definición ontológica como forma, sangre, circulación interna en la que se consolida el valor socialmente construido y como medida del sistema económico general. De aquí la total subordinación de la sociedad al capital. La fuerza de trabajo y por lo tanto la actividad de la sociedad, es subsumida por este dinero a la vez medida, control y comando. La propia clase política se encuentra incluida en este proceso y la política no puede más que jugar sobre esta cuerda.

Si esta es la situación resulta lógico y fundamental que cualquiera ruptura se lleve a cabo dentro de este marco. Debemos imaginar, y lo digo provocativamente, aunque no tanto, que cosa puede significar hoy hacer un soviet, es decir, conducir la lucha, la fuerza, la multitud, el común en esta nueva realidad. La multitud no es simplemente explotada: ella es socialmente explotada de la misma manera como lo era el obrero de la fábrica. Mutatis mutandis sugerimos que hay al nivel social (del dinero) una validez de las luchas relativas al salario. El capital es siempre una relación (entre aquel que comanda y aquel que trabaja) y está dentro de esta relación que se establece la subsunción de la fuerza de trabajo en el dinero. Pero es también ahí donde se determina la ruptura.

La crisis actual puede ser interpretada a partir de estos supuestos. La crisis parte de la necesidad de mantener el orden multiplicando la moneda (las hipotecas subprime y todo los mecanismos que les siguieron sirvió para mantener a los trabajadores y para pagar la reproducción social desde la perspectiva del capital y del sistema bancario que dominan este mundo). Es necesario poner las manos sobre esta cosa para destruir la capacidad de comando. No puede haber equívocos en este punto. Son numerosas las lecturas que se han hecho de esta crisis, pero ésta, en la que retomamos en gran medida las tesis de Marazzi, es nuestra preferida, por qué aquí, contra aquella idea de que la crisis habría nacido a partir de la separación entre las finanzas y la producción real se insiste sobre el hecho de que la financiarización no es la desviación improductiva y parásita de la plusvalía o del ahorro colectivo, sino la forma de acumulación del capital al interior de los nuevos procesos de producción social y cognitivo del valor. La crisis financiera de hoy debe interpretarse como un bloqueo de la acumulación de capital (del lado de los proletarios) y como la implosión que se sigue ante la carencia de acumulación de capital.

¿Como salir de una crisis de este tipo? Sólo a través de una revolución social. Hoy, de hecho todo new deal que se proponga puede consistir solamente en la construcción de nuevos derechos sociales de propiedad social de los bienes comunes. Un derecho que a todas luces se contrapone con el derecho a la propiedad privada. En otras palabras, si hasta ahora el acceso a un "bien común" tomó la forma de una "deuda privada", a partir de hoy en adelante es legítimo reivindicar el mismo derecho bajo la forma de "renta social". Reconocer estos derechos comunes es la única manera de salir de la crisis. Una última broma, por cierto: habrá algunos quienes (como Rancière, Badiou y Zizek,) que consideran estas "reformas" completamente inútiles, de hecho, perjudiciales para los trabajadores –, ¿por qué no intentarlo? ¿Por qué no lo proponemos a Wall Street?

Una de las críticas dirigidas hacia sus trabajos anteriores, Imperio y Multitud, se refiere a una tensión aparente entre la hipótesis según la cual, por un lado, estaríamos pasando de una situación de subsunción formal a otra de subsunción real, donde no se crea nada por fuera del capital sin ser absorbido ya que todo está dentro del capital y no hay ningún 'fuera' y, por otro lado, el carácter precisamente paradójico externo (parasitario y estéril) del mismo capital con respecto a la producción biopolítica.

En Commonwealth hablan, por el contrario, de una más compleja y articulada coexistencia de los mecanismos de subsunción, de un “recíproco movimiento en acto del proceso de globalización, de la subsunción real a la subsunción formal, que no crea una nueva dimensión “externa” al capital, sino significativas divisiones y jerarquías dentro de la esfera capitalista» (230). No se trata de un retorno al pasado sino de la coexistencia de diferentes modelos dentro de la “geografía estriada” del capitalismo contemporáneo, más en línea con el mismo Marx, por ejemplo, referido al capítulo sexto inédito del libro de El Capital.

Esta «geografía estriada», ¿ es una novedad y una relectura, al menos parcial, de las hipótesis de las obras anteriores? ¿En qué modo los límites, por ejemplo, así como las migraciones, la territorialización, la flexibilidad y movilidad de la fuerza de trabajo, especialmente inmigrantes, juegan un papel cada vez más importante en sus análisis?

Nosotros hablamos de la “reaparición” de la subsunción formal hoy, pero en realidad no se trata de una reaparición, sino de que siempre ha habido esta ambigüedad en los diferentes niveles. Es el mundo el que es variado y diferente; ¿Quién podría identificar a los chinos con los bolivianos? Está fuera de duda que el mundo está estriado.

En cuanto a la exacerbación del discurso sobre la subsunción formal y real y su transferencia inmediata al concepto de biopoder, ésta se produjo en los años 90’s y un poco más temprano en lo que a mí se refiere. Fue en realidad una hipótesis de investigación, un medio para deshacer un conjunto de ideas que se habían consolidado y que me parecían falaces. En el contexto actual, sin embargo, la atenuación de esta articulación extrema puede permitir profundizar el análisis, sobre todo cuando el problema se convierte en aquel de la organización, y por lo tanto, en la capacidad de adaptar el análisis a terrenos diversos y ser capaz de adherir a realidades diversas. Debo añadir que estas ideas me generan siempre un poco de miedo, porque no olvido que el oportunismo esta siempre al acecho cuando se trata de adaptar el pensamiento a las diversidades. A menudo hay quienes dicen que se debe tener cuidado de las áreas de la subsunción formal… Pero luego, a partir de estas gentiles preocupaciones se dio vuelta la tortilla. Basta pensar en ese fortísimo eurocentrismo que reaparece hoy en día en los debates sobre la ecología.

Por lo tanto siempre debemos estar atentos frente a los discursos de estos sujetos, pues uno pasa de un terreno a otro con mucha facilidad. Sobre el terreno de la economía política y los modos de gobierno, el discurso sobre la subsunción formal y real sigue funcionando como la piedra angular para su comprensión. Sin duda debe ser rearticulado desde la perspectiva de una estrategia de construcción de objetivos políticos, si uno se preocupa de la práctica y de la táctica, porque está claro que la subsunción formal y la subsunción real tendrán diferentes efectos sobre la dinámica de la governance.

En cuanto a la migración y el trabajo de los inmigrantes, estas cuestiones se están volviendo cada vez más centrales. La migración representa una tendencia, y cuando hablamos del trabajador cognitivo y móvil, se observa que la figura del inmigrante se aproxima a la nueva composición del trabajo. No es simplemente un remanente, un ruido de fondo. Es la verdadera naturaleza del trabajo. Y esto se vuelve cada vez más evidente. Al interior de esta modificación, hay muchos problemas, pero también existe la posibilidad de una felicidad diferente.

A partir de esta ”novedad” en Commonwealth, parece que Uds respondieran también a las críticas ya avanzadas en años anteriores acerca de la subestimación cuantitativa y cualitativa de las formas de trabajo material y obrero respecto a las nuevas formas de trabajo, al trabajo cognitivo.

Sin embargo, incluso en Commonwealth, parece por momentos que uds apoyan la prevalencia del trabajo inmaterial sobre las formas más tradicionales del trabajo (y las formas conexas de explotación).

¿En qué sentido la afirmación de la producción biopolítica es sinónimo de una prioridad, aunque tendencial, de la producción inmaterial y de otras formas de producción de conocimiento?

No sé si hemos podido explicarlo, pero sin duda que cuando hablamos de trabajo cognitivo hoy, hablamos en los términos que usaba al principio de esta entrevista, es decir, no simplemente como un elemento central hegemónico en la producción de valor, sino también como consolidación de todos los vicios del trabajo material y todas las dificultades vividas en el pasado (alienación fragmentación, fatiga, etc..) que se encuentran en el trabajador cognitivo. El trabajador cognitivo no es un trabajador privilegiado. Lo es en cierto modo, porque no se ensucia las manos o tiene el overall sucio, aunque no significa que sea menos explotado. Está siempre enraizado concretamente en el bios y el cuerpo sufre físicamente. Esto significa que debemos tener del trabajo una imagen realista y compleja, y que por lo tanto la liberación no se remite solamente a un problema de la fatiga sino de todos aquellos aspectos que hacen daño no sólo el cuerpo sino también a la mente. Aspectos físicos, mentales, pero sobre todo sociales.

El tema de la deuda, por ejemplo, el hecho de que tiene que vivir endeudado con esa maldita tarjeta de crédito. En los años 80’s, cuando empecé la investigación sobre el trabajo precario, empecé a ver el mismo tipo de problema. Fue la primera experiencia que tuve del trabajador cognitivo. Uno encontraba ya todas las condiciones de precariedad del trabajo y de las formas de vida: vivir en el límite de sus recursos, jugando en la brecha entre la cuenta bancaria y la cuenta financiera, entre la presencia virtual de dinero y la cuenta corriente … todas historias que han devenido a menudo en tragedias.

Cuando hablamos de trabajo cognitivo, por lo tanto, nunca lo hemos considerado como un trabajo donde no se sufre. Las críticas que hemos recibido eran y son bastante injustas. Pero el problema es otro. Atacaron y atacan nuestro énfasis en el trabajo cognitivo porque muchos compañeros, nostálgicos de las antiguas imágenes de la fuerza de trabajo, no reconocen en la fuerza de trabajo cognitiva, inmaterial la potencia de la resistencia y de la rebelión. ¿Pero si no es la fuerza de trabajo cognitiva, si no somos todos nosotros-quienes sufrimos la explotación capitalista del conocimiento y de la cooperación social- quienes nos rebelemos, se puede pensar que la clase trabajadora lo hará sola? El privilegio de trabajo cognitivo consiste en el hecho de que los medios de trabajo, la inteligencia, no pueden ser consumidos y es inmediatamente común. ¿Alcanzaremos a transformar esta comunidad en un arma revolucionaria común?

Pero para terminar, permítanme insistir sobre dos cuestiones que son centrales en Commonwealth y que en esta entrevista han sido descuidados.

La primera es la polémica contra toda política de la identidad y – antes que su referencia en la política- contra toda metafísica o ideología de la identidad, sea ésta descripta como un presupuesto orgánico y/o natural o como un producto fusional y/o histórico. Para nosotros – y en Commonwealth insistimos en la crítica-, las pulsiones identitarias constituyen la peste del pensamiento y de la práctica política: del nacionalismo al patriotismo, al racismo, del integralismo al localismo ecológico, del individualismo propietario al corporativismo sindical, sin olvidar el sexismo o la religión de la familia. Particularmente la institución familiar que la religión, el liberalismo, el estado … y Hegel, consideran la base de la "sociedad civil". Nos parece que a la "extinción de la sociedad civil", en la que tanto nos hemos detenido en Imperio y multitud, debe seguir el análisis de la extinción de la familia como base de sexismo naturalista y de toda otra institución jurídica basada en lo privado. La intersección cooperativa que reconocemos en la fuerza de trabajo cognitivo y su movilidad, contrasta con toda identidad que quiera representarse a sí misma como sujeto. Hemos puesto mucho tiempo para reconocer en la multitud un conjunto de singularidades, aunque también toda singularidad es una multitud.

El segundo tema es el de "la pobreza". Si la bifurcación, como necesidad, se impone al capital, este está obligado a reconocer la ruptura del proceso dialéctico que lo constituye, esto es, el capital constante y comando por un lado y la fuerza de trabajo y el capital variable por el otro. De aquí entonces un aumento desmesurado de la pobreza. Como el dolor, la pobreza es incluso ahora parte de la coerción para trabajar. Se trata de un mensaje ineludible y terrible, no solo para quienes analizan la condición actual del proletariado, sino también para el militante de la causa del comunismo. Proletarios, obreros, precarios, todos son pobres. Pero no son excluidos sino incluidos como pobres del biopoder; la pobreza en el mundo global, en el mundo de la producción social, es siempre inclusión inherente a una relación con el capital que inviste la sociedad y la pone a trabajar. En la relación biopolítica la existencia de los pobres se debe considerar de manera global. Pensamos que en estas condiciones la rebelión de los pobres, de los verdaderos jacqueries, son eventos que se presentan hoy en día como inminentes e inevitables con el fin de construir un terreno constituyente, una apertura política por las fuerzas que luchan contra la dominación capitalista, es decir por la construcción de un Commonwealth libre.

* Entrevista realizada en diciembre de 2009, antes de la publicación en italiano del libro Commmonwealth.

Traducción: César Altamira

Publicado en el sitio italiano UniNomade 2.0 http://uninomade.org/una-discussione-intorno-al-comune/

El común en rebelión

JUDITH REVEL y TONI NEGRI

No se necesitaba mucha imaginación para «predecir» revueltas urbanas bajo la forma de jacqueries, una vez que el análisis de la crisis económica actual fuera reconducido a sus causas y a sus efectos sociales. Commonwealth, a fines del año 2009, ya lo preveía. Lo que no esperábamos, por el contrario, era que en Italia, esta predicción fuera rechazada en el movimiento. Parecía, en efecto, y así fue dicho, antigua. Se dijo: ahora es el momento de reconstruir grandes frentes contra la crisis, establecer formas de movimiento de organización-comunicación-reconocimiento que alcancen a la representación política.

Bueno, ahora nos encontramos frente a un movimiento que se expresa de manera insurreccional, bajo formas más o menos tradicionales, pero que se produce por todas partes, erradicando así la vieja gramática geopolítica en la que algunos obstinadamente siguen pensando. Se dan así:

1) donde un nuevo proletariado – hecho por precarios y desempleados, se une a las clases medias en crisis: sujetos diversos que se unifican de manera inédita en las luchas, como en los países del sur del Mediterráneo, para buscar nuevas formas de gobierno, más democráticas. Si bien la dictadura política de los Ben Ali y la fachada política y económica de nuestras democracias no son ciertamente equivalentes, aunque ésta última, durante décadas, esmeradamente apoyó, construyó y protegió a la primera, ahora los deseos de la democracia radical están por todas partes y trazan un común de luchas a partir de frentes diversos, permitiendo entrecruzar y mezclar, hibridizar las reivindicaciones de unos con respecto a la de los otros.

2) cuando las mismas fuerzas sociales, -que sufren la crisis en sociedades con relaciones de clase ahora definitivamente controladas por los regímenes financieros en economías mixtas, manufactureras o cognitivas-, se mueven en diversos terrenos con similares determinaciones (el movimiento de los obreros, de los estudiantes y de los precarios en general en primer lugar; y ahora movimientos sociales complejos como el del tipo de los “acampados”);

3) donde la recuperación de los movimientos puramente de rechazo, atravesados por composiciones sociales más complejas aún, estratificados ya verticalmente (clases medias que se precipitan sobre el proletariado de la exclusión) ya horizontalmente (en las diferentes zonas metropolitanas, entre el aburguesamiento y las zonas ahora "brasilinizadas" como dice Sassen –, donde las relaciones entre las pandillas comienzan a dejar signos de Kalashnikovs en las paredes de los barrios, porque la única, -dramática, entrópica-, alternativa a la organización de la lucha es la de la delincuencia organizada).

La actual revuelta inglesa pertenece a esta tercera especie y se asemeja mucho a la que atravesaran hace un tiempo los banlieues franceses: mezcla de ira y de desesperación, fragmentos de autoorganización y segmentos de sedimentación de otro tipo (grupos de solidaridad barriales, solidaridad en red, barras bravas, etc.), expresan ahora lo insoportable de una vida reducida a escombros. Los escombros que las revueltas dejan detrás de sí mismas, sin duda inquietantes, que no son al fin tan diferentes de las que constituyen la vida cotidiana de muchos hombres y mujeres de hoy: jirones de vida, de todos modos.

¿Cómo abrir el debate sobre esta complejidad de fenómenos desde el punto de vista de un pensamiento común? Lo que formulamos de aquí en adelante tiene el objeto sólo de abrir un espacio para el debate.

En primer lugar, se trata de rechazar algunas interpretaciones que los medios de comunicación de las clases dominantes llevan a cabo.

En primer lugar, argumentan que, desde un punto de vista político, estos movimientos (de los que estamos hablando) muestran una diversidad "radical". Ahora, que estos movimientos sean políticamente diferentes, es obvio. Pero que sean "radicalmente" diferentes es simplemente estúpido. Todos estos movimientos, de hecho, están radicalmente calificados, simplemente, según los casos, no por la oposición a Ben Ali y a la de otros dictadores; no por denunciar la traición política de Zapatero o de Papandreou; no por el odio contra Cameron o por el rechazo a los dictados del BCE, sino más bien, todos juntos, por negarse a pagar las consecuencias de la economía y de la crisis (nada podría estar más equivocado que considerar a la crisis como catástrofe ocurrida al interior de un sistema económico sano, nada más terrible que la nostalgia por la economía capitalista antes de la crisis), es decir, la enorme transferencia de riqueza que se está produciendo en favor de los poderosos, organizados bajo diversas formas políticas en los regímenes occidentales (democráticos o dictatoriales, conservadores o reformistas...).

Estas son revueltas que surgidas en Egipto, en España o en Inglaterra, rechazan al mismo tiempo la sujeción, la explotación y el saqueo que la economía ha promovido sobre la vida de poblaciones enteras del mundo así como las formas políticas que han administrado la crisis de esta apropiación biopolítica. Y esto vale también para todos aquellos regímenes llamados "democráticos". Estas formas de Gobierno no parecen convenientes, si no por la aparente "civilidad" con que enmascaran el ataque perpetrado a la dignidad y humanidad de las vidas que destruye: la disolución de las relaciones de representación ha alcanzado dimensiones catastróficas. Cuando se dice que hay, de acuerdo con los criterios de la democracia occidental, diferencias radicales entre la representación de Ben Ali en Túnez de Ben Ali y la de Cameron en Tottenham o en Brixton, simplemente se finge para no ver la evidencia: la vida ha sido demasiado aplastada y saqueada para estallar en una revuelta. Para no hablar de los dispositivos que remontan la Gran Bretaña a los tiempos de la acumulación originaria, a las prisiones de Moll Flanders o las fábricas de Oliver Twist. A la publicación de las fotos de los manifestantes en las paredes y pantallas en las ciudades inglesas, debería la prensa poner en gran formato las caras de cerdos (otra variante de los cerdos?) de los patrones de la banca y las finanzas que han arrojado a barrios enteros a esa condición y que continúan haciendo de la crisis una ocasión para las ganancias.

Volvamos a la Vulgata de los periódicos. Estas revueltas fueron diferentes pues desde el punto de vista ético-político. Algunas, legítimas, como en los países del Magreb, porque la corrupción de los regímenes dictatoriales habría llevado a las condiciones de pobreza; comprensibles aquellas de los estudiantes italianos o de los de los “indignados" porque "la precariedad es fea"; criminal aquella de los trabajadores ingleses o franceses, simples movimientos de apropiación de aquello que no les es suyo, de vandalismo y de odio racial.

Esto es en gran parte falso, porque estas revueltas tienden, entre la diversidad – que no se trata de negar aquí, a tener un carácter común. No son revueltas de "jóvenes" sino revueltas que incorporan las condiciones sociales y políticas consideradas totalmente insoportables por capas enteras de la población. La degradación de los salarios de trabajo y sociales ha ido más allá del límite que los economistas clásicos y Marx identificaban con el nivel de reproducción de los trabajadores y que llamaban "salario necesario". Y ahora, los periodistas afirman que estas luchas son producidas por las desviaciones del consumismo, si te atreves!

Nos viene una primera conclusión. Estos movimientos pueden ser "recompositivos". De hecho penetran efectivamente a las poblaciones,- se trata hasta ahora de trabajadores garantizados y precarios, de desocupados y de aquellos que no han conocido otra cosa más que simples "actividades", el arte de llevarse bien, con puestos de trabajo sumergidos-, y exaltan los momentos de solidaridad en la lucha contra la pobreza. En la pobreza y en la lucha por reaccionar se juntan clases medias desclasadas y proletariado inmigrante y no inmigrante, trabajadores manuales y cognitivos, pensionados, amas de casa y jóvenes. Aquí están las condiciones de una lucha unitaria.

En segundo lugar, salta inmediatamente a la vista (y esto es lo que principalmente horroriza a los interlocutores que pretenden ver características de consumismo en estos movimientos) que estos movimientos no son movimientos caóticos-nihilistas; que no se trata de quemar por quemar; que no se quiere declarar la potencia destructiva de un no futuro inédito. Cuarenta años después del movimiento punk (que fue, además, a pesar de los estereotipos, apasionadamente productivo), no son movimientos que decretan, habiendo registrado e introyectado, el fin de todo futuro, sino que, por el contrario, quieren construirlo. Ellos saben que la crisis que les toca vivir no se debe a que los trabajadores no producen (bajo la bota del patrón o en condiciones de cooperación social que ahora inviste los procesos de captación del valor), o que no producen lo suficiente, sino al hecho de que se han robado los frutos de su productividad; que deben pagar una crisis que no es la suya; que los sistemas de salud, de la jubilación, del orden público, ya se pagaron mientras la burguesía acumulaba por las guerras y expropiaba para su propio beneficio. Pero sobre todo, saben que no hay forma de salir de la crisis si los revoltosos no ponen las manos en los mecanismos de poder y en las relaciones sociales que rigen esos mecanismos. Pero, se dirá, que esos movimientos no son políticos. Aunque expresaron posiciones políticamente correctas (como con frecuencia pasó con los insurgentes del norte de África o con los indignados españoles), agregando los críticos que los movimientos se ponen judicialmente afuera o en una posición crítica con relación al orden democrático.

Por supuesto, parecen ser capaces de añadir, que en el actual orden político, es difícil, si no imposible, encontrar agujeros, pasajes, caminos por los cuales pueda darse un proyecto que ataque las políticas actuales de superación de la crisis. Derecha e izquierda, casi siempre, son equivalentes. ¿La exigencia de indemnización de 40/50 mil euros a cada uno o de 60/70 mil euros para otros, sería la diferencia? La defensa de la propiedad privada, la magnitud de las privatizaciones y de las liberalizaciones están en la agenda del día de cada una de ellas. El sistema electoral está pura y simplemente reducido a un sistema de selección de delegados de las clases privilegiadas etc. etc. Los movimientos atacan todo esto: ¿son políticos o no cuando lo hacen? Los movimientos son políticos porque se colocan sobre un terreno constituyente, no reivindicativo. Atacan a la propiedad privada porque la saben forma de opresión e insisten, más bien, sobre la constitución y la administración de la solidaridad, del welfare, de la educación; en resumen, del común, porque ahora es éste el horizonte de vida de los viejos y nuevos pobres.

Por supuesto que nadie es tan estúpido para pensar que estas revueltas producirán inmediatamente nuevas formas de Gobierno. Lo que estas rebeliones enseñan, sin embargo, es que "lo uno se divide en dos"; que aquella idea de un capitalismo compacto sin fallas es ahora sólo un viejo fantasma; que no hay ninguna manera de reunificarlo: el capital es ahora esquizofrénico, y los movimientos políticos sólo pueden situarse inmediatamente dentro de esta ruptura.

Esperamos que aquellos compañeros que creían que las insurrecciones formaban parte de una antigua indumentaria de la autonomía política puedan reflexionar sobre lo que está sucediendo. No es colocándose a la espera del calendario parlamentario, sino inventando nuevas instituciones constituyentes del común en rebelión, que entendemos el porvenir.

Trad: César Altamira

Publicado en el sitio italiano Uninomade 2.0 http://uninomade.org/il-comune-in-rivolta/



sábado, 13 de agosto de 2011

El default como contrapoder a la especulación financiera

ANDREA FUMAGALLI

En la mayoría de los comentarios de la prensa y en las declaraciones, ya de los hombres políticos, ya de los llamados expertos, un espectro (o más bien una pesadilla) se pasea por Europa. No es el fantasma del comunismo, sino más bien la pesadilla de los mercados financieros. Todos están esperando su respuesta, como forma de Oráculo moderno, capaz de influir y condicionar la vida de millones de personas, de hacer caer gobiernos, imponer elecciones anticipadas o la firma de documentos y pactos sociales, de otra manera poco creíbles, entre signatarios igualmente poco verosímiles.

El biopoder de los mercados financieros ha aumentado considerablemente con la financiarización de la economía. Si el producto interno bruto del mundo en 2010 fue de 74 billones de dólares, las finanzas lo sobrepasan: el mercado de obligaciones del mundo alcanzó los 95 billones de dólares; las bolsas de valores de todo el mundo 50 billones de dólares; los derivados, 466 billones de dólares. Todos juntos (el neto de la actividad del mercado de moneda y crédito), estos mercados mueven una cantidad de riqueza ocho veces mayor que el producido en términos reales: industria, agricultura, servicios. Este proceso, más allá de desplazar el centro de la valorización y de la acumulación capitalista de la producción material a la producción inmaterial y de la explotación del trabajo manual al trabajo cognitivo, ha dado lugar a una nueva "acumulación originaria", que, como toda acumulación originaria, se caracteriza por un alto grado de concentración.

En lo que respecta al sector bancario, en 1984 los diez principales bancos del mundo controlaban el 26% del total de la actividad; 64 bancos controlaban el 50%, mientras que el restante 50% se distribuía entre 11837 bancos de menores dimensiones. Los datos de la Reserva Federal nos dicen que desde 1980 hasta 2005 se produjeron aproximadamente 11.500 fusiones, a un promedio de 440 fusiones por año, lo que ha reducido el número de bancos a menos de 7.500. En el primer trimestre de 2011, cinco SIM (Sociedades de Intermediación Inmobiliaria: J.P. Morgan, Bank of America, Citibank, Goldman Sachs, Hsbc Usa) y cinco bancos (Deutsche Bank, UBS, Credit Suisse, Merrill Lynch- Citycorp y Bnp-Parisbas) alcanzaron el control de más del 90% de los instrumentos derivados totales: Swaps sobre tipos de cambio, el ODC (Obligaciones de deuda colateral, Colateral Debt Obligations) y CD S (Colateral Default Swaps) Fuente: http://www.occ.treas.gov/topics/capital-markets/financial-markets/trading/derivatives/dq111.pdf.

En el mercado accionario, las estrategias de fusiones y adquisiciones han reducido sustancialmente el número de las compañías que cotizan. En 1984, las primeras diez empresas con mayor capitalización en bolsa, correspondientes al 0,12% de las empresas registradas que alcanzaban a 7,800, detentaban el 41% del valor total, el 47% de los ingresos totales y el 55% de las ganancias registradas. En 2011, estos porcentajes han permanecido prácticamente sin cambios, con la salvedad de que tres de ellas (Merrill Lynch, Lehman Brothers y Goldman Sachs) se fusionaron a principios de 2008, convirtiéndose en empresas bancarias (como por ejemplo, la adquisición de Merrill Lynch por el CityCorp) o, como en el caso de Lehman Brothers ( y Bear Starney) que fracasaron, favoreciendo así un ulterior proceso de concentración (fuente: Reserva Federal).

En este proceso de concentración, el papel principal está en manos de los inversores institucionales (un término con el que se indican a todos aquellos operadores financieros: desde las SIM, hasta la banca y las aseguradoras – que gestionan por cuenta de terceros las inversiones financieras; son hoy las que en los años 30’s Keynes llamaba "los especuladores de profesión"). En 1984, con relación al mercado americano, el valor de los títulos de los intermediarios era de aproximadamente 2,6 billones de dólares. A finales de 2007, según datos de la Reserva Federal, los inversores institucionales manejaban acciones por un valor nominal igual a 39 billones de dólares, un 68,4% del total. Es importante señalar que esta cantidad aumentó en el último año, debido principalmente a la difusión de los títulos de la deuda soberana. Así por ejemplo, en cuanto a la deuda pública italiana, cerca del 87% está en manos de inversores institucionales, más del 60% en el extranjero (a diferencia de lo que ocurre en Japón).

De estos datos, podemos inferir que los mercados financieros no son algo etéreo y neutral, sino que expresan una clara jerarquía: lejos de ser competitivos (creencia aparentemente confirmada por la elevada flexibilidad de los "precios", flexibilidad, que es a su vez la base de las ganancias de capital), se verifican cómo fuertemente concentrados y oligopólicos: una pirámide, donde, en el vértice, algunos operadores financieros pueden controlar más del 70% de los flujos financieros globales y en la base, una miríada de pequeños ahorristas cumplen una función puramente pasiva. Esta estructura de mercado permite que pocas empresas (en particular diez entre las SIM y los bancos mencionados anteriormente) sean capaces de direccionar y condicionar la dinámica del mercado. Las empresas calificadoras (a menudo en connivencia con las mismas compañías financieras) también ratifican, de modo instrumental, las decisiones oligárquicas que se toman.

Después de la crisis de las subprime de 2008-09, a partir de 2010, la especulación financiera se ha dirigido contra las políticas del welfare (del bienestar social) Su carácter de biopoder se ha acentuado aún más, buscando impactar sobre las formas de vida. Todo esto ya no puede asombrar, ya que es precisamente la producción de los servicios sociales e inmateriales (salud y médico-farmacéutico, educación, investigación, explotación de recursos naturales, comunicación y lenguas, biogenética) el principal centro de la producción de plusvalía.

Lo que está sucediendo en estas semanas es la confirmación más rotunda de lo que estamos afirmando. El mecanismo especulativo se desarrolla según los siguientes pasos, aunque hay variaciones sobre el tema, en función del tipo de la actividad financiera objeto de la actividad especulativa.

Fase 1: en situaciones de extrema inestabilidad e incertidumbre (entonces en situaciones financieras de normalidad), ciertos sectores ( referenciados en los títulos privados) o algunos como en el caso de los sistemas del welfare (como los referenciados en los títulos soberanos) pueden ser objetos de interés especulativo debido a la presencia de factores concomitantes que puede aumentar la volatilidad. Esta volatilidad puede ser a la alza (como, por ejemplo, fue el caso de los títulos derivados del petróleo, durante el verano-otoño 2010, o durante el período de nacimiento y desarrollo de la convención financiera que diera origen a la burbuja especulativa) o a la baja, como en la situación de estos días.

Fase 2. La intervención de las agencias de calificación, que producen la descalificación o el upgrading de los parámetros ficticios de la evaluación del riesgo, tiene como objetivo certificar oficialmente una situación de pánico o de euforia. En el caso de los títulos soberanos (welfare), se trata siempre de situaciones de emergencia. Es difícil identificar el nexo efectivo de causa y efecto entre la descalificación del título soberano y el inicio de la pérdida de su valor. El punto más seriamente denunciado de palabra, aunque sin embargo nunca seriamente abordado en la agenda de los llamados "reformadores" del mercado financiero (por ejemplo, el Foro de Estabilidad Financiera, dirigido por neo-gobernador del BCE Mario Draghi), es la alta connivencia entre las agencias de calificación y los grandes inversores institucionales, que a menudo superponen sus cargos en las juntas administradoras, cuando no en participaciones cruzadas. En este sentido, la reciente descalificación de los bonos de Estados Unidos puede representar una prueba de fuego. Sin embargo, una vez inducida la fase de emergencia, se inicia la disminución del valor del título. Los primeros que venden son los principales inversores institucionales. Por ejemplo, en los primeros seis meses de 2011, el Deutsche Bank (entre las 10 más grandes potencias financieras mundiales) redujo el 88 % de su exposición en bonos del Estado italiano, reduciendo su portfolio de títulos de 8 mil millones que disponía a fin del 2010, a 997 millones de euros hoy en día (fuente: Financial Times), dando así inicio al aumento del spread entre los bonos italianos y los bonos alemanes a 10 años. Esta política de ventas había afectado anteriormente a Grecia y otros países europeos, con reducciones de su exposición en bonos de Portugal, Italia, Irlanda, España y Grecia de cerca del 70%. Cabe señalar que esas ventas se producen en tramos, con anterioridad al colapso real que luego se manifiesta sobre estos valores. De hecho, una masiva afluencia de ventas inmediatamente se traduce en una caída de los precios de los bonos y por lo tanto en un aumento del "rendimiento" que deben garantizar para refinanciar la deuda nacional. De ello se desprende la ampliación de las tijeras (spread) de los tipos de interés con títulos soberanos similares, considerados más seguros y menos volátiles (normalmente bonos alemanes, estadounidenses y japoneses, que a pesar de tener una relación de deuda/PIB de más del 200% tienen una colocación de títulos del Gobierno de más del 80% en manos nacionales).

Paso 3: destapada la emergencia hay que ponerse a cubierto. En este caso, los Estados miembros se ven impelidos a tomar medidas para controlar la deuda pública y por lo tanto a reducir el welfare, más o menos en nombre del diktat del pensamiento neo y social liberal, dependiendo del color de los gobiernos. Eso se traduce, como sabemos y ya hemos analizado, en una reducción de la intervención del Gobierno y en el desmantelamiento del welfare social. Pero no solamente. El Banco Central Europeo se ha visto forzado, más allá de las disputas nacionalistas entre Francia y Alemania, a intervenir para emitir moneda ex nihilo para permitir el pago de las cuotas de interés. En el caso de Italia y España, el juego, a decir verdad, se facilita ya que siendo los dos países "demasiado grandes para caerse", el riesgo del default está totalmente descartado a pesar de que la prensa siga pensando en una situación de emergencia y los mercados financieros sigan especulando. Se trata, mutatis mutandis, del mismo riesgo similar involucrado en los Estados Unidos. En las últimas semanas funcionó la emergencia para Italia y España, para los EEUU, habiéndose evitado el riesgo del default técnico, la presión especulativa emergencial sólo ahora parece estar empezando ahora con el downgrade de Standard & Poor 's. Una confirmación más de cómo los mercados son mucho más fácilmente maniobrables de lo que se puede imaginar y de cómo son mucho más poderosos que cualquier Estado nación.

Fase 4. Una vez que la situación ha llegado al punto adecuado, siempre por decisión de aquellos inversores institucionales que condicionan los mercados financieros, y se considera que los bonos soberanos han alcanzado una justa rebaja; y una vez que se han adoptado las medidas de política económica adecuadas en beneficio de los mercados financieros, cesa como por encanto la emergencia. Las compras recomienzan, la bolsa se vuelve a levantar y los inversores institucionales comienzan a acaparar los bonos soberanos a valores mínimos. En términos de pocos días maduran ganancias respetables. Se calcula que tras el primer ataque especulativo, a mediados de julio, contra los títulos italianos, griegos y españoles, con caídas en los principales centros financieros de más de 7 a 8%, luego del plan europeo de intervención extraordinaria de más de 110 millones en apoyo de Grecia, la recuperación fue tal, que llevó los índices de las acciones a los valores anteriores, con ganancias que alcanzaron niveles records en pocos días, permitiendo que Goldman Sachs disfrutara de mayor liquidez que la propia Reserva Federal estadounidense.

Cuando se especula a la baja, el momento típico es aquel en el que se produce la inversión de los índices bursátiles. Este momento depende de muchos factores: en primer lugar, del grado de connivencia entre las sociedades hegemónicas financieras y, en segundo lugar, de las medidas tomadas por las autoridades monetarias (BCE) y los gobiernos nacionales más sometidos a presiones especulativas. El reciente caso de los EEUU y de Europa es de manual. El riesgo del default "técnico" en los Estados Unidos ha desviado temporalmente la atención sobre la presión especulativa en los países europeos con una mayor deuda pública. Sin embargo, ninguno de los grandes especuladores nunca ha creído en la posibilidad de un default americano. Sin embargo, este riesgo ha alcanzado los resultados esperados, imponiendo restricciones en la gestión del presupuesto público estadounidense referidos al gasto social y promovido el aumento de la liquidez monetaria para sostener a los mercados financieros. No muy distinta es la situación en Europa. Los diversos gobiernos europeos, sometidos a presiones especulativas, han adoptado todos políticas fiscales que proyectan "sangre, sudor y lágrimas". Algunos, como España, han recurrido a elecciones anticipadas, con el objeto de desviar la presión especulativa, ante la perspectiva de una victoria electoral de las fuerzas más a tono con el discurso neoliberal. Otros, como Italia, han impulsado medidas restrictivas de largo alcance, con efectos no inmediatos, sino hasta el bienio 2013-14 (se trata de maniobras financieras que alcanzan a los 80 mil millones, de los cuales más 70% se concentran en el bienio, 20134-14, cuando haya finalizado la actual legislatura). Luego de la intervención en apoyo a Grecia y de la decisión del BCE de adquirir en el mercado secundario de los títulos de los Estados, preferentemente bonos españoles y portugueses, no puede sorprender que el objetivo más lucrativo de la presión especulativa, independientemente de la situación económica (que, sin embargo no es de las mejores, especialmente en términos de capacidad de inversión y distribución de ingresos) haya devenido Italia. Las expectativas especulativas se han concentrado así en una nueva intervención del BCE, capaz de inyectar nueva liquidez con el fin de dar nueva vida a los mercados financieros permitiendo una redefinición de los tiempos fiscales. Y estas medidas no se han hecho esperar.

Hasta el momento ( 8 de agosto de 2011) el BCE no ha tomado aún medidas para una intervención extraordinaria en España e Italia, así como lo hizo en varias oportunidades en Grecia, Irlanda y Portugal. Se ha limitado sólo a comprar un mayor número de títulos italianos. El Gobierno italiano, tras una reencontrada concertación social (quizás más peligrosa que la propia especulación financiera) fue llevado a aceptar de urgencia los dictados de los mercados financieros: avanzar en una año el grueso de la maniobra financiera prevista para alcanzar un presupuesto equilibrado ya no en el 2014, sino en el 2013; inclusión en la Constitución sobre la obligación de tener un presupuesto del Gobierno en equilibrio, así como del art. 105 del Tratado de Maastricht inserto a nivel europeo, sobre la restricción de una tasa de inflación no superior al 2%; además del desmantelamiento y posterior privatización del welfare. Estas medidas irán acompañadas de un ulterior proceso de liberalización y precarización del mercado de trabajo, exigiendo mayores sacrificios a los actores sociales, en nombre de la emergencia nacional.

Como ya hemos dicho en otra ocasión (http://uninomade.org/la-farsa-dellemergenza-economica-parte-ii/), el logro de estos objetivos es prácticamente imposible; lo era ya en un período de tiempo mayor, mucho más aún en un período más corto y con una carga mayor de los intereses que aumentó en el último mes alrededor de 2,8 millones de euros debido a la aumento de los tipos de interés de estas semanas (cfr. Francesco Daveri: http://www.lavoce.info/articoli/pagina1002486.html).

Los grandes inversores institucionales saben esto perfectamente. No están interesados en alcanzar un presupuesto equilibrado sea para Italia o para los otros países europeos. En primer lugar, lo que les importa es que siempre quede abierto el espacio para la especulación financiera hacia la baja y en segundo lugar que la nueva liquidez pueda ser constante y sistemáticamente inyectada en los mercados financieros, a fin de incrementar la solvencia de las transacciones. Finalmente, en tercer lugar, quieren que se garantice el pago de las cuotas de interés.

La actividad especulativa se encuentra, por lo tanto, siempre en acción. Si provisionalmente no interviene en Europa, siempre puede intervenir en el mercado accionario, o en el de los productos derivados de las materia primas, o sobre los títulos del Estado americano (como parece ser ahora evidente, habida cuenta de la descalificación de la deuda de los Estados Unidos por Stándards & Poors en estos días) o viceversa.

Es un mecanismo que no tiene nada de parasitario, de hecho. Dado que ya no están en vigencia los acuerdos de Bretton Woods, los mercados financieros establecen de manera independiente y supranacional el valor moneda, basado en las jerarquías y las expectativas que los especuladores institucionales establecen de vuelta en vuelta. La omnipresencia de los mercados financieros en la vida económica y social de los habitantes de la tierra (de los agricultores del hemisferio sur, a los trabajadores y a los precarios del este y del oeste, de los estudiantes a los inmigrantes) es tal, que el acceso a porciones (cada vez más decrecientes) de la riqueza, se encuentre condicionado, tanto directa como indirectamente, por los efectos distributivos y distorsivos que generan los mismos mercados financieros. Aquí está el propio biopoder y la propia governance. Cada euro de ganancia de capital generado prácticamente en las actividades especulativas tiene efectos reales sobre casi el 30 % de la economía (según datos de la Bri), poniendo en marcha un multiplicador financiero que afecta directamente a la capacidad de inversión y de distribución de los ingresos que constituyen la base del actual proceso de acumulación. De hecho, ese 30% es creación neta de moneda, fuera de cualquier forma de señoreaje estatal existente hoy en día. La producción de moneda por moneda implica una nueva ley de valor y de la explotación (véase http://www.ephemeraweb.org/journal/10-3/10-3index.htm) y es gracias a este poder que los mercados financieros son hoy el centro de la valorización.

En este contexto, es necesario operar para limitar el campo de acción de los mercados financieros: no a través de la ilusión de la reforma, sino mediante la constitución de un contra poder capaz de erosionar su eficacia. Es necesario romper el circuito de la especulación financiera (especialmente cuando se manifiesta hacia abajo) buscando golpear la fuente de sus ganancias, es decir, cuando favorecen la depreciación total de títulos que de vez en cuando se encuentran en el centro de actividad especulativa. Este objetivo puede lograrse sólo mediante una herramienta: el no pago de los intereses (o su retraso en el tiempo) y la declaración del default (bancarrota). De este modo, el instrumento será menos especulativos: los títulos de la deuda soberana serían así, papel pintado, bonos basura o junk bonds. Los inversores institucionales especulan sobre la probabilidad del default, pero son los primeros que no desean el default. Por supuesto, la especulación se movería hacia otros lugares, crearía nuevas situaciones de emergencia, pero al menos no tendría como mira el welfare, especialmente si se persiguiese una estrategia de default controlado acompañada a nivel europeo y en acuerdo con la Reserva Federal para una política común de gestión de la crisis, dirigida no sólo a crear un fondo de intervención para apoyar a países en dificultades sino, sobre todo, para emitir eurobonos que puedan reemplazar los títulos soberanos entrados en default a tasas de interés fijas y con intervención en el control de la libre circulación de los capitales.

De hecho, esta perspectiva ha sido probada ya parcialmente en Grecia. Precisamente, ante el riesgo de default, los bonos del estado griego se convirtieron en títulos basura, perdiendo más del 70% de su valor. Esa situación hizo necesaria (para evitar los efectos adversos sobre el Euro) la implementación de un plan extraordinario de intervención europea. Este plan, sin embargo, en lugar de ser financiado por la emisión de nuevos bonos garantizados por el BCE que pudieran reemplazar a los bonos los griegos, a una tasa de interés predeterminada, basado en la tasa Libor o del tipo oficial de descuento, se limitó a brindar la liquidez necesaria para que la banca crediticia pudiera de alguna manera compensar la súbita pérdida de la desvalorización de los títulos. De esta manera, se proporcionó nueva vida a la especulación financiera.

El derecho al default ya se está ejecutando. Es ésta la única respuesta política posible adecuada. Debemos tomar nota.

Trad: César Altamira

Publicado en el sitio italiano Uninomade 2.0 http://uninomade.org/il-default-come-contropotere-alla-speculazione-finanziaria/