Por un estilo de militancia
Colectivo UniNomade 2.0
La naturaleza, en su modo
constituyente, de la acción del capital financiero se está desplegando
completamente: en la medida que subsume
industria, servicios y trabajo social en general, es inmediatamente política y ejercita una governance financiera sobre la nueva composición social del trabajo,
transformando los gobiernos en órganos de ejecución de su comando directo. El
ataque de todo aquello cuanto quedaba en el terreno del welfare, de las conquistas alcanzadas por las luchas en los decenios
precedentes, se presenta de manera explícita, sin siquiera esconderse tras alguna
retórica constitucional, como comando de los mercados financieros, a los que hay
que adaptarse sin remedio.
En esta situación, el primer despojo
es, obviamente, cualquier reclamo a la concertación, -en pie sólo en sueños y
cada vez más nostálgico, de algún sector de la socialdemocracia europea, que
todavía trata de referirse a un “modelo alemán”, en crisis en la propia Alemania. El intento
de experimentar una salida liberal a la crisis del neoliberalismo exige
abandonar los ritos de la mediación, cerrados los espacios del compromiso
impuesto a los recalcitrantes, sin que signifique mostrar una adecuada dosis de
cinismo “pedante”.
Es en este marco europeo que el
gobierno Monti intenta aprobar la reforma del mercado laboral. El ataque al
artículo 18[i] y la posterior reducción de las ayudas sociales adquieren un
alcance absolutamente político, frente al que las dificultades del sindicato
parecen evidentes. La FIOM[ii] se presenta desde hace tiempo como el último bastión de la
“defensa del trabajo”, pero toda la CGIL[iii] tiene que ser consciente que podría significar un gran riesgo no
reaccionar. No hay literalmente espacio para retroceder: como si no estuviese
bastante claro, lo han gritado a viva voz las barricadas, las huelgas
espontáneas, las movilizaciones a la que han convocado los propios trabajadores,
más allá de la afiliación sindical. “En defensa del artículo 18”, se ha dicho y
escrito, pero puede verse fácilmente que, más allá del derecho mismo a la
protección, hay una espontanea e instintiva defensa de la vida entera, una
resistencia general al chantaje de la austeridad y del endeudamiento. “Ni un
paso atrás”, es lo que han dicho – e impuesto al sindicato – los trabajadores.
No hay duda de que en la FIOM,
en primer lugar, por su composición obrera, aunque probablemente no sólo en la
FIOM, existe, en esta fase, disponibilidad y generosidad militante, capacidad
instintiva para advertir la necesidad de la resistencia. Precisamente por esto,
es necesario ver con claridad el problema fundamental. ¿Existe, realmente, la
posibilidad, más allá de la retórica, de pasar a la "apertura" de
formas de renta básica, hacer de la renta incondicionada y universal la
prioridad programática central, y asumirla como dispositivo de recomposición de
las luchas, como instrumento para la reapropiación de todo cuanto expropia la
renta financiera, como la piedra angular de un nuevo welfare ,que libere la vida del chantaje de los dispositivos del
endeudamiento?
Está clara y explicitada, con
extrema decisión, la alternativa que hoy se le presenta al sindicato. Puede
limitarse a asumir la batalla por el artículo 18 como su última línea de
defensa y entregarse a un rápido agotamiento de su misma razón social. Esa
trinchera es, de hecho, la trinchera del viejo modelo fordista, totalmente
sobrepasada por las transformaciones postfordistas, superada por la total socialización de la
actividad productiva, por la coincidencia de producción y vida, incapaz de por
sí de recomponer la heterogeneidad constitutiva del trabajo vivo. O bien, el
sindicato se decide a comprender de una vez, con un retraso muy serio, que el
único terreno de ataque es la afirmación de la riqueza productiva de la
totalidad de la cooperación social, de la construcción de un welfare del común, de la renta
garantizada universal e incondicional, del pleno acceso libre y gratuito a los
servicios, de la liberación del chantaje de la deuda en nombre del derecho a la
insolvencia.
Ante un ataque que afecta a la
producción social en su totalidad, no es posible simplemente limitarse a la
defensa de las garantías elaboradas dentro de la tradicional producción
fordista. Quién quiera defender el trabajo, hoy, no puede sino defender la
producción social en su totalidad. Si hoy la empresa se extiende más allá de
sus fronteras tradicionales, cada vez menos organizando los medios de
producción y cada vez más apropiándose del valor producido por la cooperación
social, por la fuerza y la riqueza de la inteligencia de toda la sociedad, es
allí, en toda la sociedad, donde se implanta la resistencia. La defensa del
"trabajo", si no radica en la defensa de toda la producción social,
si no sabe conectar las luchas salariales "dentro" de la empresa con
las luchas de toda la subjetividad social por "fuera" de la empresa,
es, por otra parte, hoy, literalmente incomprensible. Un ejemplo clamoroso de
esta imposibilidad lo han ofrecido, a pesar de sí mismos, algunos torpes
“laboristas” de la sedicente "izquierda" del PD[iv], cuando han tenido explicar su
negativa repentina a participar en la manifestación nacional de la FIOM contra
la reforma del mercado de trabajo, manifestación de la cual decían compartir
los objetivos, pero no participar con las delegaciones NO TAV[v]. Sus explicaciones han
parecido, literalmente, incomprensibles, y no tanto por la evidente torpeza
política, como por el hecho de que la conexión de las luchas sobre el trabajo y
el salario con aquellas para el autogobierno de los territorios y la
autogestión de los bienes comunes son ahora ya evidentes para todos,
inmediatas. El "afuera" y el "adentro" están conectados
dentro de las luchas que animan toda la vida de la cooperación social.
Es entonces totalmente inútil
imaginar el sindicato como el instrumento de defensa de las relaciones
salariales tradicionales, cuando el propio "trabajo" coincide con la
producción social en el sentido más amplio. El corporativismo comienza hoy a
ser un no-sentido, pura mistificación que la Fornero[vi] quiere organizar, es con rigor represivo cómo funciona el
sindicato a la alemana. Por el contrario, cuando la empresa se convierte en
social, también el sindicato debe devenir social y abrirse a la política, a
toda la sociedad. La relación salarial vuelve a ser un dispositivo
constituyente en una sociedad welfarizada, donde sólo una eficaz redistribución de las rentas y una forzosa
re-apropiación de los ingresos podrán garantizar las condiciones generales de
una mayor libertad e igualdad e ir más allá del neoliberalismo. El salario más
que nunca se convierte en un elemento de negociación social, la lucha salarial
asume cada vez más caracteres políticos. Si queremos reencontrar esquemas de
lucha eficaces, es evidente que hay que volver a conectar la lucha económica y
la lucha política al menos en la misma medida, sería deseable todavía más, de
cuanto ha hecho el capital, sin temer ser llamados reformistas.
Lo hemos dicho claramente,
interviniendo acaloradamente durante la pseudo-negociación entre el Gobierno y
los interlocutores sociales, o, para decirlo más claramente, entre el gobierno
y aquellos "interlocutores" que él mismo ha elegido, dejando fuera una
vez más de la "negociación" a todo el trabajo precario, a todas las
figuras completamente ajenas a las representaciones tradicionales cada vez más
vacías de sentido: mantenerse en la simple línea "defensiva" del welfare tradicional sólo lleva a la
derrota, no teniendo este modelo ya ninguna capacidad de hacer frente a las
transformaciones productivas. Sin embargo, la FIOM y CGIL parecen incapaces de
imaginar un horizonte que vaya más allá: el resultado es que toda la batalla se
ha jugado sobre el artículo 18, y como mucho sobre la promesa del infame
"paquete" de dinero para las "ayudas" sociales. Sin
embargo, la construcción de un welfare del común no tiene nada que ver con la lógica de las
"ayudas", sino con la construcción de niveles de renta cuanto menos
decentes, de acceso a los servicios, de espacios de auto-gobierno, como los
movimientos por los bienes comunes reclaman y diferentes experimentos de
autogestión están experimentando. En consecuencia, la lucha a asumir como
central debería ser ahora -y los movimientos precarios comienzan a destacarlo
con inteligencia- más, si cabe, que la del artículo 18, esa indecente
“garantía” que es el ASPI[vii], que certifica claramente la generalización de la precariedad,
como dispositivo de control y condicionamiento de la vida, para toda la fuerza
de trabajo.
Así pues, un programa definido
por una renta incondicional, welfare universal, por la reapropiación efectiva, más allá de lo público y
lo privado, de los servicios y los bienes comunes. Y, junto al programa, un
salto organizativo urgente, que inserte inmediatamente al sindicato en el
terreno político, allí donde no pueda darse separación alguna entre acción
política y acción sindical. Durante muchos años nos hemos preguntado si
existían las condiciones para crear "cámaras de trabajo[viii] y no trabajo" (metropolitanas, sociales, recompositivas de la
red de la producción difusa). Parecía un discurso extraño. Sin embargo han sido
años que, desde el punto de vista capitalista (y los sindicatos de la
patronal), se ha razonado sobre los yacimientos territoriales de trabajo y
sobre la necesidad de estructurarlos de manera adecuada –no se da
productividad, desde el punto de vista del capital, si no se consigue organizar
las coordenadas sociales, productivas, ocupacionales, etc…, de territorios
homogéneos (o por homogeneizar). Occupy y los indignados, muy lejos en general de cualquier
cultura obrerista, comienzan a desarrollar proyectos de resistencia de este
tipo –porque sólo sobre terrenos así recompuestos existe resistencia hoy en
día. Ellos proponen la recomposición de las luchas obreras, de las luchas por
la vivienda, la educación, la salud, interviniendo en la gestión de las
escuelas y centros sanitarios en general, llevando a cabo experimentos para
reorganizar el mercado de trabajo, etc.. No decimos que esto haya creado nuevas
instituciones ni que vaya a crearlas, pero es una premisa muy importante: una
experimentación de rebelión total contra los dispositivos de la acumulación
financiera y de liberación de la potencialidad constituyente de la cooperación
social, que puede hacer converger, rápidamente, a la fuerza obrera con la
cognitiva y precaria, generando verdaderamente una inédita composición política
de clase. No es que no existan diferencias y dificultades, sería irresponsable
no verlo. Pero la fuerza de este programa común, radicada en
toda la riqueza de la cooperación social, y la creación de organizaciones
también comunes, que superen la lógica, cuanto menos insuficiente, de las simples alianzas, puede vencer las tristes tentaciones
corporativas. Y sin duda es posible dirigirse con estas cuestiones también a
los militantes de los centros sociales, de los movimientos estudiantiles y, en
general, a los grupos autónomos de intervención política, para construir un estilo
de militancia que pretenda generalizar la renta básica,
directa e indirecta, gestión y autogobierno de los bienes comunes, en todos los
compartimentos del trabajo social.
Es necesario dirigirse con este
estilo de militancia y con esta precisión programática a cuantos estén en el
sindicato en disposición de escuchar, a los itinerarios organizados dentro de
la composición precaria, pero a todos con extrema velocidad. Porque el próximo
ataque (siempre al grito de "los mercados financieros así lo
quieren!", el gran objetivo, ya se perfila en el horizonte, y no se
necesita mucho para adivinar que lo sufrirá el empleo público y, más en general,
el trabajo ligado a los servicios colectivos y al welfare. Y, nuevamente, la defensa será difícil, si no imposible, si
no se ha sido capaz de organizar, mientras tanto, las redes de la producción
social, las alianzas de usuarios y trabajadores, que transformen la defensa en
proyectos para la reapropiación de lo "público" y para la
transformación autogestionaria de los servicios. Porque, igual que hoy, no
sirve atrincherarse tras el artículo 18 ni defender la antigua Constitución
"basada en el trabajo," mañana será una derrota segura sostener la
defensa de lo "público" o, peor aún, del "estado". Vencerá
quién, en la lucha, sepa transformar lo público en común. Así como hoy resiste
y vence sólo quien no se limita a defender sectorialmente y corporativamente el
buen trabajo antiguo, sino que afirma, más allá del chantaje y la
explotación, la autonomía y la fuerza de la cooperación social en su conjunto.
[i] El artículo 18 de la normativa laboral
exige al empresario readmitir al trabajador y pagarle una importante
indemnización en caso de despido improcedente. Una normativa cuya modificación
es prioritaria para Monti.
[iii] La CGIL es la mayor confederación sindical italiana que en 1950 dio lugar a las escisiones de
la democristiana CISL y la socialdemócrata UIL.
[iv] El Partido Democrático es un partido político italiano de centro
izquierda. El PD es un partido surgido de los tres
principales partidos políticos de la historia republicana, el Partido Comunista Italiano, la Democracia Cristiana y el Partido Socialista Italiano, heredando la cultura socialdemócrata y socialcristiana.
[v] No TAV es un movimiento italiano contrario a la
realización de la nueva línea ferroviaria Torino-Lyon.
[vi] Elsa Fornero es una economista y docente italiana, titular desde el 16 de noviembre de 2011 del
Ministerio de Trabajo y Política de su país en el gobierno técnico liderado por Mario Monti. Preside el Cerp, un prestigioso think
tankeuropeo relacionado con el Estado del bienestar y trabajó para Intesa
Sanpaolo.
[vii] L'Assicurazione
Sociale per l'Impiego (Aspi) es una forma de
protección prevista por la ministra Elsa Fornero.
[viii] La Camera del Lavoro nació a finales de la década del siglo XIX, como un medio de defensa
contra la explotación y el desempleo en el norte de Italia en el periodo de
depresión económica de 1887-1897 como la emanación de los líderes del Partito Operaio Italiano que se convierte entonces en Génova en el Partito dei Lavoratori Italiani, y después Partito Socialista Italiano. En su concepción inicial, las Camere del Lavoro reunían a todos los sindicatos mediante una estructura política
democrática compartida prestando servicios a comunidades, sindicatos y
trabajadores. Ideológicamente, muchos de sus fundadores eran sindicalistas, anarquistas, socialistas y los implicados en el
movimiento cooperativo. Con el ascenso de los
socialistas (y más tarde comunistas) se fundó la Confederazione
Generale del Lavoro, actual CGIL.
Trad.: Cesar Altamira
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