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sábado, 7 de mayo de 2011

Una nueva lectura de Gramsci

Toni Negri

Comentario al libro de: Peter D. Thomas, The Gramscian Moment. Philosophy, Hegemony and Marxism. Historical Materialism Book Series, vol. 24, Brill, Leiden/Boston, 2009 El momento gramsciano. La filosofía, la hegemonía y el marxismo.

Lo que vuelve importante al libro de Peter D. Thomas , en primer lugar, es que lleva el pensamiento de Gramsci más allá de  Italia volviéndolo accesible a una audiencia global, en particular al mundo anglosajón. La obra de Thomas busca explícitamente abrir el debate sobre Gramsci en el marxismo anglosajón, que es hoy un lugar clave para la elaboración de la filosofía marxista. No hay necesidad de agregar que, persiguiendo este objetivo, desarrolla una lectura de Gramsci que, no sólo está orientada a la adecuación de los estudios hechos con posterioridad a la publicación de los Cuadernos de la cárcel y de las cartas de Gramsci a mediados de la década de 1970, sino que también se ocupa – enriqueciéndose  en la polémica – de aquellos grandes autores (Althusser y Anderson) que han construido, por así decirlo, el via crucis de Gramsci en su introducción al mundo Atlántico.
Algunas observaciones acerca de la interpretación de Thomas sobre Gramsci. Quiero decir, en primer lugar, que estoy sólo en parte convencido sobre la decisión de leer a Gramsci a través de Althusser. Tanto la entrega inicial de Gramsci en Para leer el Capital, como la ambigua aproximación, evidente en la fase final del pensamiento de Althusser (llamada la "filosofía del encuentro"),  se producen dentro de un marco epistemológico que es típicamente francés y vinculado a la crítica del lenguaje científico desarrollado por la escuela de  Canguilhem; un marco ajeno al marxismo gramsciano.  Dicho esto, Thomas no se detiene mucho tiempo en las similitudes entre Gramsci y Althusser, por el contrario, las niega por completo. Pero entonces ¿por qué comparar a los dos en un todo? Porque - así nos dicen algunos althusserianos - este episodio (el del enfrentamiento entre Althusser y Gramsci) constituye el "gran debate del pasado" en la definición de la "filosofía" en Marx. Sin embargo, ¿este debate fue realmente tan importante?
Estoy mucho más convencido por el compromiso de Peter Thomas con la lectura de Anderson sobre Gramsci y por la crítica de Peter Thomas a Anderson. Anderson,  en su importante ensayo "Las antinomias de Antonio Gramsci", 1976, sostiene que “los escritos en la cárcel de Gramsci contienen una serie de ambigüedades que dieron lugar a una progresiva transformación y deformación de sus tesis, en particular las relativas al estado y su concepto central de hegemonía ". Según Anderson,  entonces, el planteamiento de Gramsci es fundamentalmente imperfecto, lo que explica la variedad ambigua de los usos a los que su pensamiento se ha expuesto. En particular, el concepto de "revolución pasiva" es indicativo, en este aspecto, de la forma en cómo las posiciones de Gramsci han derivado cada vez más hacia las de Kautsky. El concepto de hegemonía es llevado a expresar una insistencia exagerada en el poder de la sociedad civil, en contraposición al poder del Estado (hipótesis que fuera aprobada, también, de una manera hegeliana, por Bobbio). Y así sucesivamente. No es difícil (aunque sin duda laborioso) para Thomas defenderse de estas interpretaciones, que se han vuelto, sin embargo, opiniones ampliamente generalizadas en el pensamiento anglo-sajón.
Thomas responde, en esta ocasión a la lectura de Anderson sobre estos conceptos fundamentales, tanto filológicamente (referenciado esencialmente en el excelente trabajo de Gianni Francioni) como políticamente, rearticulando los conceptos de Gramsci tras un modelo que es sustancialmente nuevo y poderoso. Lo hace con éxito. (Vale la pena señalar de paso que este libro reproduce, con intensidad y rigor de argumentación, la tradición Marxológica gran alemana y rusa, lo que confirma su valor científico) Permítanme, entonces plantear algunos motivos de este trabajo. Me parece que la discusión que Thomas establece sobre el concepto de "revolución pasiva" es excelente y toca temas que nos llevan más allá de la mera reconstrucción del concepto hacia un terreno que es propiamente "biopolítico". En otras palabras, la "revolución pasiva" de la burguesía es evidente a través de las transiciones moleculares consolidadas y reconfiguradas en el tiempo, transiciones que también (recíprocamente, es decir, dialécticamente) modelan la estructura y la subjetividad de los procesos históricos. Encuentro esta definición de "revolución pasiva", especialmente estimulante – es un concepto que empleo a menudo, más o menos conscientemente, en mi intento por describir la génesis de la ideología burguesa entre Descartes y Spinoza, entre la acumulación primitiva de capital, la constitución del Estado absoluto y la aparición de las alternativas republicanas.
El análisis de Thomas sobre el concepto de "hegemonía" no es menos potente y completo, en la medida en que establece la originalidad del concepto tanto en relación a la historia pre-revolucionaria de Rusia como en la experiencia del bolchevismo en su fase constituyente,  hasta el período de la NEP. Esta originalidad consiste en un rechazo radical a considerar la hegemonía como una teoría genérica del poder social, para afirmar que está vinculada a la definición de la "forma Estado" como se ha desarrollado en el mundo occidental y sus revoluciones. Renacida bajo la forma de la dictadura del proletariado, la hegemonía es un arma que hay que aprovechar y aplicar en el proceso de lucha para la realización del socialismo. También en este caso, los análisis de Gramsci incluyen elementos caracterizados por un extremo grado de previsión, en la medida que la hegemonía del proletariado es considerada, ya con arraigo en un contexto biopolítico (que resulta de las experiencias revolucionarias de la clase obrera) ya - por el contrario - como  expresión de la dictadura de la burguesía, el fascismo, una hegemonía que inviste la sociedad a partir del estado, de tal manera que la sociedad se configura como "biopoder". Pero es sólo el primer concepto de hegemonía, el concepto de clase que contiene el poder constituyente, el que lo vuelve dispositivo ontológico. Me parece que con la aplicación de las categorías de Foucault, de esta manera, no estoy violentando las categorías de Gramsci. Por el contrario, creo que esas referencias a Foucault pueden proporcionar a las innovaciones interpretativas  de Thomas una mayor actualidad aún. (Ha llegado realmente el momento para el estudio del pensamiento de Gramsci a través de Foucault).
Ahora, una vez que ha completado el trabajo de reconstrucción de los conceptos de Gramsci, y al hacerlo ha ido más allá de las tradicionales interpretaciones establecidas, Thomas trata de componer una figura definitiva del pensamiento de Gramsci.  Permítaseme citar un pasaje en el que se resumen los resultados de Thomas tras este esfuerzo:
“historicismo absoluto, inmanencia absoluta y humanismo absoluto. Estos conceptos deben ser considerados como los tres "atributos" del incompleto proyecto constitutivo acerca del desarrollo del marxismo como una filosofía de la praxis. Tomados en su fértil y dinámica interacción, estos tres atributos pueden ser considerados como breve resumen para la elaboración de un programa de investigación autónomo hoy de la filosofía marxista, como intervención en el Kampfplatz  (campo de batalla) de la filosofía contemporánea que intenta adherir  y renovar el original gesto crítico constructivo de Marx.”
Sobre el terreno de una absoluta reducción de los conceptos a la historia deviene posible una gramática abierta y traducible de la organización hegemónica de las relaciones sociales.  Es en el terreno de la inmanencia, o en el del rechazo de toda forma de trascendencia, que una determinada práctica social puede establecerse como teoría, o, más bien, estabilizar la constitución de una relación mutua y productiva entre la teoría y la práctica. Y, por último, es sólo sobre un humanismo absoluto que puede sentarse las bases para la realización del proyecto pedagógico-dialéctico de la hegemonía - "en otras palabras, la noción de una nueva forma de filosofía como elemento en el desarrollo de un aparato hegemónico alternativo de la democracia proletaria."
Para concluir, sólo una observación: ¿Por qué este pensamiento gramsciano, reconstruido de esta manera, todavía se representa como una "filosofía"? O más exactamente, ¿puede la praxis y el pensamiento que la configura dentro de los parámetros del historicismo,  de la inmanencia y del humanismo definirse como "filosofía"? ¿No se convierte la filosofía más bien en una ilusión insostenible, un instrumento inútil, una vez que estos criterios -, la inmanencia el historicismo y el humanismo - se han adoptado como categorías de la reflexión dentro de la praxis? ¿Qué queda de la filosofía una vez que sus referencias a la trascendencia de lo teológico-político y los temas residuales de la secularización han sido destruidos? En mi opinión, lo cual es confirmado por un gramscianismo como el de Thomas, la filosofía constituye actualmente una reliquia - útil o perjudicial -, una variante más o menos reaccionaria de los intentos de la burguesía por comprender su propio destino. Pero si esto es así, y una vez que el pensamiento ha sido ubicado donde Thomas lo sitúa, ¿por qué concluir considerando a Gramsci, un filósofo? ¿Habrá tenido cuidado Gramsci que se lo caracterizara de esa manera? El objeto de la praxis no es filosófico, sino que es histórico, inmanente, humano - por lo tanto revolucionario.  El Gramsci de "Americanismo y fordismo", destaca que "en la racionalización, Estados Unidos ha determinado la necesidad de elaborar un nuevo tipo de ser humano adecuado a un nuevo tipo de trabajo y proceso productivo". Es la revolución  permanente del ser humano lo que la praxis nos indica.

Trad: César Altamira


Originalmente publicado en Il Manifesto , 19 de febrero de 2011, p. 11 y ss y sitio italiano UniNomade 2.0 http://uninomade.org/ricominciamo-a-leggere-gramsci/

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