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sábado, 30 de abril de 2011

El horizonte perdido de los free lance*


Peppe Allegri y Roberto Ciccarelli

Sergio Bologna y Darío Banfi han escrito recientemente un libro destinado a perdurar: La encuesta Vita da freelance. I lavoratori della conoscenza e il loro futuro (Feltrinelli, pp. 278,) (Vida del freelance. El laboratorio del conocimiento y su futuro) propone algunos flashes sobre la genealogía del trabajo independiente, como la  cita  de San Agustín, africano y maestro de retórica freelance, que encontró su fortuna en Roma y se convirtió en Padre de la iglesia. Pero éste es, en realidad, un libro que habla sobre el futuro del trabajo, en momentos en que la salida de la crisis no producirá trabajos estables y donde el trabajo independiente (freelance), entendido como un modo de cooperación entre los trabajadores por cuenta propia y búsqueda racional de la autodeterminación de los individuos, será la única forma para vivir, ganar y asociarse. Los autores sostienen que el trabajador del conocimiento (redactor, investigador, consultor informático o de empresa, traductor, periodista, educador, y muchos otros más) vive gracias a la cesión a título oneroso de sus responsabilidades. En términos más simples: el trabajador del conocimiento es un trabajador independiente, literalmente, una lanza libre o una espada en alquiler, un mercenario a la caza del modo más cómodo y  libre para vivir. Baudelaire tuvo esta forma de vida al nacer y le dio el nombre de "Flânerie. Entre 1848 y 1920 esta fue la actitud de la bohemia europea, extraña,  cuando no antagónica, al utilitarismo capitalista extranjero, que terminara bajo el sol africano con Rimbaud o permaneciera seducida  en el café de Zurigo, donde Tristán Tzara, junto a Lenin en Zurich, fogoneara  la agitación artística y las revoluciones sociales. Entre aquellos intelectuales y activistas políticos hubo algunos que redescubriendo la fe, desarrollaron  una vocación profesional (llamados Beruf (profesionales) en Alemania, «compromiso» en los EE.UU.) y se pusieron al servicio del mercado. En épocas de la industrialización de masas y de la fábrica centralizada trabajaron como gerentes, asalariados,  intelectuales, o como precarios en las universidades (prekar, (precarios) los llamó Weber) La transición de 'caballeros' a 'mercenarios', es decir, de las profesiones de la  burguesía al  empleo de segunda generación, no transcurrió sin dolor. Al comienzo, los mercenarios debían escoger en convertirse en moscas del capital o en soldados de la burocracia estatal. El trabajo cognitivo ya no estaba ligado a la libre creación de la mente, sino al valor de cambio del saber, del lenguaje y de la capacidad relacional. En los años ochenta, el surgimiento del post-fordismo creó un mercado de las profesiones independientes a disposición de las empresas o de la administración pública. Los viejos poetas cambiaron de hábito y se convirtieron en "profesionales". Acababan de ganar apenas la libertad del trabajo asalariado y ya descubrían la alienación. En los rugientes años noventa, Richard Florida los llamaba "clase creativa". Individualistas y poco políticos, terminaron sacrificando las relaciones personales en el altar de trabajo. La historia de las competencias y la ética del éxito habían terminado. Hoy, después de tres años de crisis, los "creativos" mantienen un horizonte mental de clase media productiva, aunque viven en condiciones de working poors  (trabajadores pobres)  que los asimila a los precarios que pagan las contribuciones por separado al INPS sin recibir una pensión digna, incluso si pagaran los mismos aportes de una empresa. En la actualidad la actividad profesional ya no es más una “prestación de terceros”, sino una dispendiosa y estéril prueba de sí misma en una sociedad donde todos los trabajadores del conocimiento no tienen derecho a la maternidad, a la continuidad de la renta o a un  bienestar decente. En Nueva York, como en Milán o en Londres la vida los ha transformado en integrantes apátridas, ciudadanos en un mundo donde no hay ciudadanía. Freelancer pues de diferentes generaciones y líderes de la asociación de consultores de servicios avanzados (Acta), Sergio Bologna y Darío Banfi habitan en la parte más calificada y de alto valor agregado de una constelación de trabajadores, según datos de ISFOL 2008, que alcanzan una participación de más de un tercio de la fuerza laboral entre los contratos atípicos italianos, en proyecto y colaboración de proyectos, prácticas de aprendizaje, y no sólo los números de IVA, profesionales o de cuello blanco. Distinguen rigurosamente entre el precario, figura que quiere ser asumida como trabajador dependiente, y los trabajadores que quieren consolidarse en una actividad libremente elegida. Son dos situaciones diferentes donde cada una debe ser entendida en su contexto, sin ocultar la capacidad para alcanzar entre ellos una "coalición". La coalición es la forma múltiple y flexible de los conflictos que vienen. Ofrece un terreno de negociación y presión en el lugar de trabajo a la libre a los autónomos y a todos aquellos que viven en una zona gris entre la subordinación y la independencia (en Italia por lo menos tres millones de personas). Como la estadounidense Freelancers Unión, fundada por Sara Horowitz con ciento cincuenta mil miembros, también en Italia, la coalición será una herramienta para proteger los intereses de los trabajadores, pero sobre todo puede ser una verdadera opción política basada en los derechos fundamentales de las personas (y no sólo de los italianos, ya que las contribuciones de los inmigrantes financian las cuentas de los activos en el INPS) La “coalición” es también una manera de repensar desde la base la cultura sindical que, desde finales de 1993, aceptó sacrificar el trabajo independiente y las nuevas generaciones para mantener vivo el estatus del trabajo estable y de la familia tradicional. Fue una decisión que ahora parece como injusta, aunque sería criminal perpetuarla hoy, cuando el 76 por ciento de las contrataciones se llevan a cabo en este país bajo la forma de contratos temporales y cuando para la gran mayoría de los nuevos ingresantes el  freelance es la única manera de quedar a salvo de los intereses anti-sociales de la empresa y de un futuro que el Estado ha diseñado para la precariedad. Si no quiere sucumbir bajo el peso epocal  de su propia responsabilidad, el sindicato deberá aceptar una coalición de igual a igual con los trabajadores independientes auto-organizados. Aunque para este tótem inflexible ha llegado el momento de pedir una justa y equitativo nuevo contrato social.

* En “Il manifesto", 26 de abril 2011
Trad: César Altamira
 Publicado en el sitio italiano Uninomade 2.0 http://uninomade.org/gli-orizzonti-perduti-del-freelancing/

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