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sábado, 2 de abril de 2011

La guerra financiera en Libia

 02 / 04 / 2011  
Andrea Fumagalli
Leyendo los comentarios económicos y políticos en la prensa nacional e internacional, nunca falta la referencia al papel estratégico de Libia en la extracción y exportación de petróleo. Es una de las claves para analizar y comentar, ya en términos críticos, ya en términos positivos, la reciente intervención militar occidental. No se puede negar que la cuestión del petróleo y el control no sólo de las fuentes energéticas sino también de los flujos petroleros sea importante. En este sentido, es interesante señalar cómo los disturbios que se desarrollaron en Bahrein  dejaron más o menos indiferente a Occidente, demandando de Arabia Saudita la tarea de controlarlos (y reprimirlos, así como en  Yemen). Como señalara el Financial Times del 25 de febrero Bahrein  es un punto terminal del flujo de petróleo saudita con una cuota del 18% de la producción total. Poner las manos sobre ese flujo (aunque esté en parte bajo el control saudita-americano) significa condicionar la exportación de petróleo hacia los mercados del Sudeste Asiático (China e India) y es bien conocida cómo la dependencia de China con relación al  petróleo es una de los cuellos de botella neurálgicos que puede condicionar a la economía china (la guerra en Irak y Afganistán tuvieron sobre todo este objetivo estratégico). Sin embargo, nos parece que las principales naciones del "Imperio de Occidente" quieren  aprovechar la inestabilidad que se ha creado en esa área para reforzar y perfeccionar un arma, sin duda importante, en la competencia geo-económicas entre los EE.UU. y China.
A su vez, aparentemente sin una lógica de comprensión inmediata, la cabeza occidental del Imperio de dos cabezas, incluso seis horas después del placet de la ONU, comenzó salvajemente a bombardear la Libia de Gadafi [1] . Como señalara Christian Marazzi en un artículo en este sitio, presentado el 28 de febrero, titulado “El Magreb  y los mercados financieros: la lógica de contagio ", “si bien es cierto que ya el 60% de la producción (Libia) se ha congelado, lo que corresponde a la pérdida de un 0,1 por ciento del suministro mundial de petróleo, Arabia Saudita puede fácilmente suplir una pérdida de esta magnitud" En otras palabras, la producción en Libia pesa poco en un mercado extractivo que en los últimos treinta años se ha globalizado en gran forma y ha visto una fuerte reducción del peso de la OPEP en el mercado mundial del petróleo (en la actualidad, Rusia es el mayor país productor de petróleo).
Si, efectivamente, el petróleo  juega todavía un rol absolutamente estratégico, hubiera sido más funcional para occidente intervenir en Bahrein  (o apoyar a Arabia Saudita en la tarea de represión)  antes que en Libia. Una semana después del terremoto y de la tragedia nuclear en Japón, el objetivo principal se ha convertido en Libia, que originalmente no fue tenida en cuenta cuando los primeros fuegos se encendieron en la revuelta.
La tesis que sostenemos es que  la intervención del campo occidental en Libia no depende sólo de motivos relacionados con el control del petróleo, sino que existen otros factores, principalmente los relacionados con los mercados financieros.
La Libia de Gaddafi, a diferencia de otros países de la región, no es de hecho una economía cerrada, sino que está altamente globalizada, especialmente en lo que respecta a los flujos financieros y a las inversiones. Se podría hacer una larga y aburrida lista de varias páginas para enumerar todas las participaciones alcanzadas en las bóvedas del Banco Central de Libia y de la Libian Investment  Authority (LIA), conjunto que se encuentra bajo el estrecho control del coronel. Nos limitamos brevemente a señalar que, en cuanto a Italia, Libia detenta el 7,58 % de Unicredito (por un valor en efectivo de aproximadamente 351 millones de euros); el 14,79 % de Retelit (13,7 millones de €) , el 2% de Finmeccanica (alrededor de 2,2 millones de euros), el 1% de Eni, el 2.5 de Tamoil (en colaboración con Alemania, Alemania y Suiza);  con respecto a Gran Bretaña, sin embargo, se registra participación libia en los hedge funds Capital Partners, un  3% en el grupo editorial Pearson (320 millones), un 14% en la Immobiliare Cornhill. En España, Gaddafi ha hecho grandes inversiones en bienes raíces (ver el proyecto Magerit vida en Marbella). En Holanda, la compañía Oilnvest del sector petrolero, más conocida bajo la marca Tamoil es 100% de propiedad de Libia. Incluso en Luxemburgo, en particular en el sector bancario, se considera la presencia de participaciones financieras libias, mientras que en Canadá y Rusia, son objeto de inversiones de Libia, una vez más, el aceite (Verenex) y el aluminio (1,43% de Rusia) respectivamente.
Si sumamos el número de inversiones de capital en poder de las autoridades libias, se observa que  alcanzan a una suma que, si se liquidaran para convertirlo en dinero en efectivo inmediatamente causarían un fuerte impacto negativo en el precio de las acciones, no muy diferente a la causada por la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008. Y es precisamente el riesgo de que una gran suma de capital pudiese ser "liquidada" lo que obliga a los países occidentales a intervenir, para que esto no suceda. En el inicio de la sublevación, el mantenimiento de la estabilidad financiera, garantizada por Gaddafi, tenía una ventaja: muchas compañías financieras en sus corazones esperaban que Gaddafi se sostuviera. En Italia, las posiciones del gobierno en este sentido eran deudoras de los numerosos negocios lucrativos que las empresas italianas tenían en territorio libio, sobre todo en el área de infraestructura (Impregilo a la cabeza) Con el empeoramiento de la situación, el aumento del riesgo de inestabilidad y de una victoria por los rebeldes de la Cirenaica, la posibilidad de que las fuerzas involucradas, especialmente los rebeldes de Bengasi, pudieran echar mano al "tesoro financiero" de Gaddafi impulsando su liquidación en moneda contante y sonante para financiar la guerra misma y la reconstrucción, se ha vuelto más concreta. De hecho, la intervención occidental, por un lado quiere deshacerse de un socio económico, como Gadafi, confiable, pero independiente y poco manejable, y por el otro quiere poner las manos frente al posible congelamiento de las participaciones financieras libias, para evitar que su venta en masa  depriman los mercados financieros, que sólo ahora dolorosamente se recuperan de la reciente crisis y que, incluso después de los acontecimientos en Japón, siguen mostrando toda su inestabilidad.
Se disfraza como una guerra humanitaria, aunque es más bien una guerra económica.


[1] Esto deja en la superficie la sospecha de que tal acción había sido presupuestada y organizada de antemano.

Traducción: César Altamira
Fuente: Sitio Uninomade 2.0

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